Apuntes de una cubana en Beijing

“Una flor no hace la primavera; cien flores en plena floración traen la primavera al jardín”, se lee en el folleto de bienvenida al Seminario sobre Integración de la Industria Cultural y Turística para Cuba que cursamos en la República Popular China, desde hace seis días, un diverso y polifacético grupo de veinticuatro personas del Ministerio de Cultura de Cuba.
Cada uno de nosotros estamos descubriendo un país que es mucho más que lo que muestran los medios de comunicación masiva. La ciudad de Beijing, centro político y social del país, te recibe dispuesta al abrazo cultural entre dos naciones hermanas. El desarrollo tecnológico te sorprende en cada espacio de la ciudad. La estancia tiene cara de asombro; nosotros tenemos rostros de asombro: la mezcla entre tradición y modernidad resulta demasiado atractiva como para pasar desapercibida.
¿Puede convivir lo moderno con lo antiguo? China es el ejemplo de que es posible desarrollarse tecnológicamente, ponderar el progreso y la innovación sin renunciar a lo tradicional y originario. Beijing cuenta con ricos recursos culturales y emblemáticos paisajes en los que cohabitan en armonía hutongs (callejones tradicionales), patios (siheyuan), campanarios y torres de tambor con sus símbolos distintivos; al tiempo que interactivas pantallas evidencian los avances de una ciudad que se renueva día a día, los comercios exhiben modernos aparatos electrónicos y a cada paso el metro, los autos, el desarrollo industrial te señala que el futuro también puede ser hoy.
El clima nos recuerda a Cuba, eso sí, sin la humedad que caracteriza a nuestra tierra. Aquí es más seco, pero el Sol es intenso y madrugador: a las cuatro de la mañana dice aquí estoy y se cuela entre las cortinas como avisando que inicia la mañana y con ella el trabajo. Los habitantes de la ciudad son muy laboriosos, desde horas bien tempranas se les ve acometiendo sus tareas cotidianas. El respeto y la disciplina son una cualidad generalizada. La preservación y defensa del patrimonio natural también.
Si algo me ha sorprendido de la ciudad, más allá de la tecnología, son las flores. El verdor en las avenidas, los espacios en que la naturaleza se alza imponente entre los altos y modernos edificios (a veces construidos como en serie para resolver el problema habitacional), recordándonos la importancia de los árboles como pulmones naturales. Rojo, amarillo, rosado, morado, blanco, azul… toda una gama de colores, formas y variedades son también la imagen de la ciudad.

Beijing tiene la Plaza Tiananmen (símbolo nacional), el Museo de la Ciudad Prohibida , la Gran Muralla (emblema mundial), el Palacio de Verano, el Nido de Pájaro y el Cubo de Agua (edificios Olímpicos). Tiene la gastronomía distintiva: el famoso pato de Beijing, los fideos fritos (zhajiangmian) y su bebida tradicional a base de soya fermentada (douzhi).
Beijing tiene la tecnología, la tradición y los colores de su naturaleza.
Con una población de casi 22 millones de habitantes y un crecimiento del PIB en 2024 de 498 431 millones de yuanes: “Una flor no hace la primavera”. La dedicación es la clave. La colaboración es la fórmula. La tenacidad es la base. La competencia es la motivación. El respeto y la disciplina: el recurso.
“ (…) cien flores en plena floración traen la primavera al jardín.”
Promover la transformación de recursos culturales en el turismo es una estrategia que impulsa el gobierno chino. La revitalización nacional – aún en desarrollo-, es perceptible. Economía, política, cultura, sociedad y ecología comparten importancia en la agenda de proyección de la nación; asimismo, los planes de cooperación que conducen a un futuro compartido.
El amor y el respeto, la Teoría de la Armonía del gran maestro y pensador Confucio, sustentan las bases del progreso por estos lares, así como la alianza obrero-campesina es una fórmula imprescindible para el éxito.
La planificación estratégica está impregnada en las venas de una sociedad que sobrevive y se crece ante las adversidades, la guerra comercial de Estados Unidos que busca frenar el crecimiento de China y promover las políticas antichinas para conducir a la asfixia del gigante asiático.
“Todo se logra con una planificación anticipada”, expresan.
Con una población de mil cuatrocientos millones de habitantes (20% de la población mundial) y una economía de mercado socialista, China se desarrolla a gran escala. Han conseguido como dicen: “Cruzar el río tocando las piedras”. Apuestan por la reforma y la apertura con objetivos claros enfocados hacia los principales desafíos económicos, sociales y ambientales.
Los cambios en las condiciones nacionales de China validan la pertinencia de la estrategia nacional de integración entre cultura y turismo. Cuba, aunque distante en muchos aspectos referentes a innovación y tecnología; se nutre de esas experiencias contemporáneas que imponen transformaciones, bien pudiera tratarse de la utilidad de la virtud de la que hablaba nuestro Héroe Nacional José Martí.
La cultura no sólo debe ser bonita, sino también útil. Y nuestra cultura es tan rica como diversa. China nos atrapa con sus tradiciones, con sus muros, con sus luces, con sus colores, con los trajes típicos, con su producción audiovisual, con la culinaria característica. Nosotros también dejamos huella. Acá quedará nuestra música, nuestras artes visuales, nuestra literatura, y también nuestras ocurrentes frases, con las que reímos nosotros (y nos hacen sentir cerquita de nuestro archipiélago) y con las que ríen también ellos, porque se encuentran con nuestra idiosincrasia.
Tomado de Cubadebate