junio 25, 2025 ¿Quienes somos?

Entre el cliché y la nostalgia: Una mirada a “Regreso al corazón”

Desde el propio nombre, “Regreso al corazón” anticipa su esencia melodramática: un título que, sin sorpresas, delata la convencionalidad de su trama. La producción se enmarca en el molde clásico de las telenovelas mexicanas o brasileñas, sin innovar más allá de los conflictos trillados –infidelidades, rivalidades profesionales, ambición económica y desengaños amorosos–, fórmulas gastadas que, pese a su falta de originalidad, mantienen cautiva a una porción significativa del público cubano.

El guion no aspira a reinventar el género, sino a replicar su estructura segura, donde los giros predecibles y los personajes arquetípicos (el galán seductor, la heroína sufrida, el villano codicioso) garantizan audiencia sin exigirle creatividad a la narrativa. Así, “Regreso al corazón” cumple con el cometido de entretener desde lo conocido, aunque eso implique renunciar a cualquier atisbo de frescura.

La historia muestra a un Enrique Bueno (Diego), cuyo rostro se extrañaba en las pantallas cubanas, para dar una interpretación convincente y orgánica. Sin embargo, Gabriela Álvarez, la coprotagonista, carece por momentos de naturalidad en su desempeño, dando la impresión de estar leyendo mecánicamente un guion. El problema se acentúa notablemente en las escenas compartidas con el protagonista, donde se evidencia un desbalance interpretativo.

Varias de las interpretaciones de algunos actores se mantienen en un tono plano y artificial, sin lograr transmitir la espontaneidad ni la profundidad emocional que exigen esos roles. Quizás, en el trascurso de la trama esta percepción cambie.

“Regreso al corazón” destaca por una fotografía cuidada, con una paleta de colores cálidos y encuadres que potencian el dramatismo de las escenas. Sin embargo, este acierto técnico se ve parcialmente opacado por un maquillaje excesivo en algunas de las actrices, donde el abuso de bases demasiado cubrientes, iluminadores marcados y labiales hiperdefinidos termina por restar naturalidad a sus expresiones. En varios planos cercanos, el contraste entre el rostro artificialmente impecable y la emotividad que deberían transmitir resulta discordante, rompiendo en ocasiones la inmersión del espectador.

Su directora Loysis Inclán destacó en una entrevista previa la posibilidad de una “frescura visual distinta a lo cotidiano” lo que la motivó a asumir este proyecto, ambientado entre campos, ríos, girasoles y palmas. Si bien se agradece el esfuerzo por diversificar los escenarios –alejándose de las tomas recurrentes y explorando nuevos exteriores que aportan frescura visual–, la ejecución técnica no siempre acompaña esta intención. Los problemas de iluminación afectan algunas escenas donde la sobreexposición deslucen la composición.

Un reconocimiento especial merece la banda sonora de Waldo Mendoza, cuya voz poética y letras cargadas de emotividad funcionan como el acompañamiento ideal para una historia que explora, ante todo, “el poder redentor del amor”. Sus composiciones no solo ambientan, sino que elevan los momentos clave con una sensibilidad que dialoga perfectamente con el tono melodramático de la telenovela.

Si bien mi valoración se basa únicamente en los cuatro primeros capítulos, “Regreso al corazón” merece una oportunidad. La promesa de abordar temas como el Alzheimer, el bullying escolar, las segundas oportunidades y la inclusión del universo transformista podría darle profundidad a un relato que inicialmente se ancla en convenciones del género. Queda por ver si estos elementos logran desarrollarse con la sutileza que demandan.

El público cubano no es fácil de complacer: analiza con ojo crítico, debate cada detalle y rechaza lo superficial. Sin embargo, esa misma exigencia lo convierte en un espectador comprometido que teoriza sobre los personajes, anticipa giros argumentales y, pese a sus reservas, sigue cada emisión con la esperanza de un final satisfactorio. Esta paradoja quizás sea el mayor logro de la telenovela: generar esa tensión entre el cuestionamiento y la expectativa que mantiene al televisor encendido.


Tomado de Cubadebate

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