junio 13, 2025 ¿Quienes somos?

Manifestaciones en Los Ángeles, California, una guerra contra varios enemigos

Un manifestante es arrestado por la Patrulla de Carreteras de California cerca del edificio federal en el centro de Los Ángeles el martes 10 de junio de 2025. Foto: AP Photo/Eric Thayer

La mayoría de los titulares de los medios de prensa estadounidenses están dedicados por estos días a los sucesos, las manifestaciones, o los hechos extraordinarios, según la descripción, que tienen lugar en la ciudad de Los Ángeles, en el estado de California. Estos también impactan en la información que circula en el resto del mundo, donde se repiten imágenes de manifestantes siendo confrontados por las “fuerzas del orden”.

Pero ante las simplificaciones que se esconden en trampas de pocas palabras o escasos segundos de video, siempre es necesario hurgar un poco más. Cuáles son los orígenes reales de los sucesos y por qué se multiplicaron con tal rapidez.

Quizás la causa cronológicamente más inmediata haya sido la acción hostil y continua de oficiales del Servicio de Control de Inmigración y Aduanas (ICE) hacia posibles inmigrantes no documentados. En las semanas inmediatamente anteriores a estos sucesos cientos de funcionarios fueron desplegados en aquella ciudad para cazar, literalmente, a sus posibles objetivos en los alrededores de centros comerciales, escuelas, refugios, iglesias y oficinas del propio ICE. El 6 de junio resultaron detenidos 44 individuos, al día siguiente la cifra casi se triplicó llegando a 118. Ninguno de ellos había generado una situación excepcional.

Como parte del contexto, debe tenerse en cuenta que la población del estado de California está compuesta por un 39% de personas de origen latino y un 14% de asiáticos. El área metropolitana de Los Ángeles hospeda casi 13 millones de personas, de las cuales el 48% es de origen latino, se contabilizan 3,5 millones de inmigrantes, de ellos más de 800 000 indocumentados. Difícilmente habría otro lugar del país con más pólvora social en el escenario de una pirotecnia con uso excesivo de la fuerza.

Con datos sociales muy diferentes, en el año 1992 (abril-mayo) se generó una crisis de violencia extrema en esa misma ciudad, a partir de la absolución de cuatro agentes policiales que vejaron y utilizaron fuerza excesiva contra el afro descendiente Rodney King, decisión que se sumó a otros hechos racistas respecto a minorías locales acumulados a lo largo de años. En total fallecieron 63 personas, más de 2000 resultaron heridas y 12 000 detenidas. Este es uno de los pocos antecedentes de la historia estadounidense reciente en que se han movilizado miembros de cuerpos militares federales para controlar una situación local.

Ahora, a inicios del mes de junio del 2025, se sucedieron día tras día reportes sobre madres separadas de hijos menores, detenciones de adolescentes no acompañados, abuso de la fuerza contra detenidos que no opusieron resistencia, o el tratamiento como criminales de individuos que salían de una simple entrevista para legalizar su situación migratoria en el país. La repetición en un corto período de tiempo de estas acciones, que eran además extraordinarias en toda la línea en relación con lo que sucedía en el resto del país, provocaron una lógica reacción de irritación popular, que se manifestó en las calles por un reducido número de personas, de las cuales algunas asumieron actitudes violentas. Según las autoridades locales, apenas cien individuos se habrían manifestado en un lugar específico del centro de la ciudad al inicio de la “crisis”.

Sin embargo, a esta altura de los acontecimientos ya la Secretaria de Seguridad Nacional Kristi Noem afirmó que las manifestaciones estaban perfectamente bien organizadas por profesionales, afirmación que respondía al propósito esencial en la creación de un “enemigo”.

Esta era la llama que esperaba (o que había provocado) el gobierno federal estadounidense para desencadenar una reacción desproporcionada con la movilización y el envío de 2000 efectivos de la Guardia Nacional, decisión excepcional que se toma sólo cuando han fallado todas las capacidades de las autoridades locales y la situación apunta al desarrollo de una crisis de mayores proporciones, sea tanto por una pandemia, por un desastre medioambiental, o por hechos de terrorismo.

Cuando se analizan las imágenes de la actuación de la Guardia Nacional en las primeras horas de la “crisis” se aprecia claramente que de un lado se encuentran grupos de manifestantes gritando consignas o levantando carteles, mientras que en sentido contrario avanzan uniformados con equipo pesado de combate, lanzando constantemente balas de goma y gases lacrimógenos, desde vehículos blindados. Este balance generó por sí mismo una escalada en la violencia en lugar de contribuir a reducirla.

Para el 9 de junio el gobierno federal disponía del envío al lugar de 700 marines y movilizaba otros 2000 miembros de la Guardia Nacional, sin solicitud alguna de apoyo por parte de la policía y otros órganos locales de aplicación de la ley. Como se conoce, los marines son profesionales entrenados para el uso de la fuerza por varios medios en situación de combate. En ninguna de las informaciones sobre esta decisión se aclaraba cómo coordinarían sus acciones los distintos mandos, o cómo sería la línea de subordinación de los mismos, lo cual agregaba aún otras tensiones al manejo de la situación.

Según el Secretario de Defensa Pete Hegseth, las nuevas adiciones de efectivos se justificaban para “proteger a los agentes federales” que ya se encontraban en la ciudad, no para acompañar a la población civil, a las instituciones, custodiar la propiedad, ni para simular un respaldo a los policías locales.

Estos son los hechos que están delante de los ojos de cualquier observador, pero cabe la pregunta de qué es lo que no estamos percibiendo.

Los esfuerzos que durante el primer mandato de Donald Trump se dedicaron a una supuesta construcción de un muro en la frontera con México y otras iniciativas para denigrar a varios grupos de inmigrantes y negarle cualquier derecho a actividad política alguna, ahora están más dirigidos a criminalizar a prácticamente cualquier habitante que no haya nacido intra fronteras, que según sus supuestos está allí para robar la "riqueza” producida por la población anglosajona y que sería responsable además de cuanto desastre social ha creado la concentración excesiva de la riqueza en manos de unos pocos.

Pero en sus acciones de estos días Trump ha sumado objetivos más específicos. El primero de ellos ha sido abrir un frente contra al menos dos políticos demócratas (y varios potenciales) que no comparten, y se oponen vehementemente a su actuación doméstica y exterior.

Creando la imagen de “falta de capacidad para gobernar”, Trump coloca en la mira de su fusil político tanto a la alcaldesa Karen Bass, como al gobernador Gavin Newsom, dos generaciones demócratas diferentes.

La primera es una ex congresista federal por 11 años, que fue líder del Caucus Negro en la Cámara y estuvo en la lista corta de potenciales candidatos a la vicepresidencia que acompañarían a Joe Biden en su carrera presidencial del 2020. La señora Bass, de 73 años, es conocida por sus políticas de inclusión respecto a las distintas comunidades que radican en la ciudad de Los Angeles.

El Sr Newson por su parte es considerado como una estrella en ascenso entre los demócratas, que tenía altas posibilidades de haber sido escogido como candidato por su partido para las elecciones presidenciales del 2024, si Biden no hubiera insistido en su reelección y, después de su renuncia, si el partido hubiera celebrado una convención abierta. Puede afirmarse que Trump y su equipo están pensando desde ahora en el escenario del 2028. La crisis artificial creada para el entorno de Los Ángeles podría funcionar en otras ciudades o estados con alta presencia de inmigrantes, que estén gobernados por posibles candidatos demócratas a futuro.

Hay otro pequeño detalle que aún no ha saltado a la vista de los observadores, pero que está entre el pecho y la espalda de empresario inmobiliario Donald Trump y de su sindicato: Los Ángeles ha sido oficialmente escogida como sede de los XXXIV Juegos Olímpicos, razón que generará mucha inversión constructiva local. Son reiterados y están registrados en la historia de los Estados Unidos los casos de creación artificial de problemas de seguridad alrededor de áreas o instalaciones que se “deprecian” y después son adquiridas a precios muy bajos por los manipuladores de opiniones y de bolsas.

La articulación de “crisis” como la que nos ocupa genera distracciones respecto a otros temas que son potencialmente de mayor importancia, pero que por razones de espacio periodístico y tiempo televisivo pasan convenientemente a un segundo y tercer lugares.

El equipo de Trump estará por estos días feliz porque se desvíe la atención de sucesos tales como:

  • El genocidio en Gaza.
  • El desacoplamiento de Europa en relación con la crisis en Ucrania.
  • Las negociaciones comerciales con China en Londres, que estuvieron precedidas de una danza tarifaria.
  • Las negociaciones sobre temas nucleares con Irán, después que se ha demonizado en extremo a las autoridades de Teherán.
  • Las elecciones a gobernador en el estado de New Jersey, que tanto demócratas como republicanos aspiran a que sean un indicador que marque tendencias hacia las elecciones de medio término del 2026.
  • La previsible aprobación de la “big and beautiful bill” (grande y bella legislación) por la mayoría republicana en el Congreso, mediante la cual se recortan severamente los programas sociales y aumentan las dispensas impositivas para los más ricos.
  • La historia de amor y odio respecto a Elon Musk.
  • El cierre instituciones federales y la expulsión de científicos estadounidenses relacionados tanto con salud humana como con medio ambiente.

La lista podría ser aún mayor, pero estas son apenas algunas de las cuestiones que Trump logra aislar del seguimiento público con sus acciones supuestamente improvisadas, o que en apariencias serían el producto de arranques temperamentales.

Lamentablemente la situación en Los Ángeles se puede extender con un innecesario costo social. Podría reproducirse un escenario similar en otros territorios, en la medida en que sea del interés de la Casa Blanca. De momento no existe ningún esfuerzo político concertado para hacerle frente con reales posibilidades de éxito. Tampoco puede descontarse la posibilidad de que la situación llegue a un punto de inflexión a partir del cual Trump y sus seguidores puedan perder el control sobre el termómetro de la violencia.


Tomado de Cubadebate

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