En principio fue Marx

Hay un camarilla de marxistas a la que solo mencionarla arruinaría el día a cualquier burgués. Aunque el grupo no es pequeño voy a limitarme a nombrar a los (que considero) máximos líderes en ese empeño por subvertir un mundo profundamente desigual e irracional en uno verdaderamente humanizado y justo. Nombres que, por separados, son una piedra en el zapato de explotadores -y capitalistas- y que, reunidos, forman el equipo todos estrellas del materialismo histórico y dialéctico. No por gusto son el miedo rojo de muchos, el fantasma que continúa recorriendo el mundo y en contra del cual todos los días se cometen injurias: Marx, Engels, Lenin, Rosa (Luxemburgo), Gramsci, Fidel y el Che.

En el principio era el logos y para estos entusiastas de la dignidad plena, el logos es el ser humano. Nada cuanto ocurre con las personas les fue ajeno, no es casual que a las grandes mayorías dedicaran sus vidas y sus obras. Ellos entendieron que la maquinaria del capitalismo se sustenta en la opresión y que mientras más sofisticada se vuelva más efectiva es.

Por eso realizaron la crítica despiadada, sin pedirle permiso a su tiempo ni a sus contemporáneos; porque sabían que el punto de partida para transformar el mundo está en comprender cuáles son las estructuras objetivas que nos condicionan -material y espiritualmente-. De ahí que pudieran demostrar que si las circunstancias son el resultado de la actividad humana, de nosotros depende reinventarlas para romper las cadenas de los oprimidos.

Pero solo pueden pensar así quienes sostengan una confianza plena en los seres humanos y en cuánto, para bien, pueden hacer con sus vidas cuando se unen mediante una praxis consciente. Por eso no les fue difícil intuir y apropiarse del comunismo, para construirlo en oposición a todo lo perverso e inhumano que existe entre cielo y tierra. Para ello pensaron la necesidad de cierta dialéctica entre continuidad y ruptura. Esa con la altura moral suficiente como para reconocer nuestras deudas con la herencia -teórica y material- resultado de la modernidad capitalista, a la vez que negar todo lo que de esa tradición implique subordinación, enajenación, injusticia, servilismo y masacre.

Proyectaron la gran revolución como el proceso superior de la cultura en detrimento de la barbarie y al camino para lograrlo lo pensaron socialista. Pusieron de pie la relación antaño invertida entre: teoría y práctica, sujeto y objeto, capital y trabajo; y a esta nueva manera “marxista” de analizar la realidad le llamaron materialismo histórico. Por lo tanto, construyeron un vínculo armónico entre la filosofía de la praxis y la dictadura del proletariado como autoconciencia revolucionaria para la lucha de clases.

En ese pulso constante que implica desafiar la hegemonía dominante le atribuyeron especial importancia a la conciencia política y de clase. Si bien supieron que lo material ha de transformarse materialmente, le adjudicaron a las ideas que son apropiadas por los pueblos la fuerza subversiva más poderosa en este sentido.

Sin embargo, advirtieron que, para que esas ideas sean asumidas orgánicamente por las masas hasta convertirlas en teorías revolucionarias, es imprescindible que las mismas reflejen a las personas. En otras palabras: teorías históricamente concretas, sin abstracciones, ni entelequias; sino como expresiones reales del drama de la existencia. Una identidad entre el individuo, su cotidianidad y su teoría.

Solo un pueblo con sentido del momento histórico, que se autopercibe como centro verdadero del quehacer revolucionario, abrazará el desafío del comunismo. Podríamos convenir, una ideología que se realiza si es capaz de multiplicar a los inconformes: ante lo mal hecho, lo inhumano, lo injusto, lo chapucero, lo superfluo, lo innecesario, lo deshonesto.

Marx, Engels, Lenin, Rosa, Gramsci, Fidel y el Che, fueron sujetos activos e impacientes de los tiempos deshumanizadores. Demostraron que de nada le sirve a los que se alzan en lucha la fragmentación entre discurso político y cotidianidad; entre ideología y economía; entre vanguardia y pueblo; entre socialismo y mercado; entre lucha de clases y dictadura del proletariado; entre intelectuales tradicionales y orgánicos; entre ciencia y conciencia, etc. De modo que, cuando olvidamos esas verdades que nos aportaron, somos nosotros -y no solo quienes los odian- los que contribuimos a calumniar su pensamiento y legado.

Esta “Liga del Bien” que desafió -y desafía- bribones y canallas por la eternidad, tiene en común haber sido marxianos antes que marxistas y, como tal, críticos y no dogmáticos; herejes y no ortodoxos. De ahí que continúen siendo acicate para el futuro, aquí y ahora.

Por eso, este 5 de mayo, se antoja excelente pretexto para volver a la raíz de esas ideas subversivas, antihegmónicas, anticapitalistas que definieron a otros excelsos revolucionarios como Engels, Lenin, Rosa, Gramsci, Fidel y el Che y con ellos a pueblos enteros. Regresar en el tiempo 207 años y llegar al punto de partida: a Tréveris, a Prusia (Alemania), al día exacto de 1818 en el que Henriette Marx dio a luz al niño, cuya mayoría de edad, cambiaría la historia de la humanidad para siempre.

Catalogado como el mayor pensador del milenio pasado, dos siglos después Marx adquiere máxima vigencia, sobre todo, a medida que el proyecto de hombres libres que vislumbró parezca alejársenos. El más grande pensador de nuestros días era, ante todo, un revolucionario (Engels), de manera que, no es un ícono, sino una guía para la acción que nos enseñó que el socialismo no cae del cielo, sino que se conquista en la lucha de clases (Lenin).

No dejó un recetario para el futuro, sino el método científico para analizar el presente y transformarlo revolucionariamente (Rosa). Por eso, nos enseñó que la revolución no es solo cuestión de economía, sino de conquistar el poder cultural antes que el político (Gramsci).

Fue un genio, un profundo analista del sistema capitalista, cuyas ideas siguen siendo esenciales para entender la explotación y la lucha por la justicia social (Fidel). Pero solo podremos reivindicarlo, si lo analizamos profundamente sin aprender de memoria, sabiendo que, los que repiten sus frases como si fueran fórmulas mágicas, sin estudiar la realidad, son tan burgueses como los capitalistas (Che) a los que justamente criticó.


Toamdo de Cubadebate

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