Cuevas de Punta del Este
No han pasado muchas semanas desde que se conmemorara los ciento un años de explorarse con criterio científico las cuevas de Punta del Este.
Los primeros datos recogidos sobre esas cavernas pineras vienen de 1903, pero no fue hasta pasados 19 años cuando se encontró lo que fuera denominado templo precolombino de gran interés arqueológico, por el sabio cubano Fernando Ortiz.
En un farallón calcáreo, a unos 200 metros de la playa se encuentra la Cueva Número Uno, donde encontramos 213 pictografías, que representan la casi tercera parte de las halladas en todo el país lo que motivó que provocó a Ortiz, llamarla “La Capilla Sextina del Arte Rupestre Caribeño”. Está declarado Monumento Nacional desde 1979.
Según algunos estudios, estas pinturas datan de antes del año 850 de nuestra era. Los dibujos son lineales, abstractos y geométricos, cuentan con una posición simbólica y los colores predominantes son el negro y el rojo.
La obra más conocida corresponde a un calendario solar, de 28 círculos concéntricos entre los que sobresale una flecha roja y cuando el sol penetra la cueva más importante, la denominada número uno, sigue la ruta astral iluminando distintas secciones del mural.
Se conoce que en 1929 don Fernando Ortiz volvió a visitar las cuevas, quedando como testimonio de aquel viaje la foto del emblema “flechiforme rojo” en el Motivo Central, siendo la fotografía más antigua realizada a dibujos rupestres indo cubanos.
Durante la primera mitad del siglo pasado, varios investigadores encontraron allí abundante material arqueológico perteneciente a la cultura siboney, y aparecen diversos estudios y análisis sobre la procedencia y paternidad de tales ideogramas.
Durante toda una centuria el tema creó polémica entre los especialistas y se vieron opiniones enfrentadas de los autores por la enorme diferencia entre el material arqueológico hallado, de tan tosca y primitiva confección y los dibujos parietales de tan alto vuelo.
Las comprobaciones hechas por el Dr. Antonio Núñez Jiménez en la década de los 60 concluyeron que la cueva numero uno de Punta del Este es como un observatorio, capaz de permitir a la persona que se sitúa en el centro de la bóveda, apreciar el movimiento aparente del Sol, desde el Solsticio de Verano al Solsticio de Invierno; desplazándose el disco solar hacía el Este, al llegar el Equinoccio de Primavera cada 22 de Marzo, cuando el astro rey se ubica en el medio de la entrada, incidiendo su luz sobre el conjunto pictográfico donde el aparente falo rojo penetra la serie de círculos concéntricos.
El Sol continúa su carrera cada amanecer hasta el 22 de diciembre, Solsticio de Invierno, en que el mismo parece detener su movimiento iluminando el Motivo Central.
La generalidad de la pictografía de esta cueva, que cuales adornan techos y paredes, está constituida por círculos concéntricos en armoniosas e ininterrumpidas series coloreadas, donde alternan los colores rojos y negro, simbolizando el cómputo del mes lunar. Superpuesta a esta pictografía ovoide la extensa flecha roja apunta directamente al este.
Una claraboya en el techo de la caverna, permite distinguir desde el interior el tránsito del planeta Júpiter y de la Luna. También hay dibujada, lo que parece ser una serpiente con anteojos.
Otro símbolo que parece ser astronómico es el de la Cruz, la cruz pinera, cuyas aspas tienen una aproximación increíble los puntos cardinales calculados con las tecnologías actuales.
Los símbolos de la procreación, la fertilidad y el Sol animando la vida, se puede contemplar igualmente con toda su atmósfera fascinante.
Es muy difícil interpretar a ciencia cierta, el mensaje de estas pictografías pineras. La cuestión no estriba solo en su falta de escritura y en el aislamiento de esos hombres respecto a los tiempos históricos, por lo que aún la ciencia no ha encontrado las respuestas a tantas interrogantes que se abren en este sitio.
Sin dudas, queda mucho por descubrir e investigar en las Cuevas de Punta del Este, que por constituir un importante testimonio gráfico y silente de la prehistoria pinera y por sus altos valores naturales, este monumento debe ser preservado, como legado patrimonial para las futuras generaciones.
Por: Linet Gordillo Guillama