El bloqueo sigue ahí, recrudecido y más condenado
Cuando echamos la vista atrás y revisamos lo sucedido en los primeros años del triunfo de 1959 en relación con los intereses marcados de Estados Unidos por frustrar a la naciente revolución y someter a su pueblo para apoderarse de Cuba, no es extraño que apliquen cualquier medida por ilegal o extraterritorial que fuera para lograrlo.
Sin embargo, esta política norteamericana no es nueva; la ambición del imperio del Norte de dominar a Cuba, e incluso de anexarla, se remonta a siglos atrás, y fue defendida como política de Estado por Thomas Jefferson, James Madison y John Quincy Adams, los que indistintamente consideraban a Cuba como "la fruta madura", que por su cercanía geográfica debía caer finalmente en sus manos.
No contentos con lo logrado intervienen en la Guerra Hispano-Cubana en 1898, derrocan a España y asumieron la gobernación de la Isla en 1902, después de imponer la Enmienda Platt, que asociada al Tratado Permanente y el de Reciprocidad Comercial en dos ocasiones, mantuvo la bota yanqui sobre Cuba hasta el Primero de enero de 1959.
El 3 de enero de 1961 Estados Unidos rompió relaciones diplomáticas con Cuba, y el dos de marzo el presidente norteamericano John F. Kennedy anuncia la aplicación del “embargo” comercial contra Cuba, para más tarde, el día 31 del mismo tercer mes del año, suprimir totalmente la cuota azucarera cubana en el mercado norteamericano; todas esas medidas son aplicadas en medio de la amenaza de una inminente agresión militar por fuerzas que se entrenaban en el exterior, el incremento de los sabotajes y provocaciones aéreas con dos o tres incursiones diarias que violaban el espacio cubano con aviones y helicópteros provenientes de la Base Naval de Guantánamo.
Eran las semanas cercanas a los días de la invasión mercenaria por Playa Larga y Playa Girón. Las intenciones enemigas iban dirigidas a debilitar nacional e internacionalmente a la Revolución Cubana y crear las condiciones para materializar los objetivos que se habían propuesto.
Al producirse la derrota de la invasión mercenaria por playa Girón, el tres de febrero de 1962, mediante la Orden Ejecutiva Presidencial 3447 firmada por el presidente estadounidense John F. Kennedy, se implanta oficialmente el bloqueo total contra Cuba. Bloqueo sí, porque la palabra “embargo” y el concepto de que era un “asunto bilateral” entre las dos naciones utilizado por ellos, no se corresponde con la realidad, objetivos y manifestaciones de esta genocida política de guerra clasificada así desde la Conferencia Naval de Londres de 1909, y aplicada a Cuba de forma unilateral e ilegal en condiciones de paz, al perseguir el aislamiento, la asfixia y la inmovilidad de la nación, con el perverso propósito de ahogar a su pueblo y llevarlo a claudicar de su decisión de ser soberano e independiente.
La Ley Torricelli promulgada en 1992, reforzó las medidas económicas contra Cuba y brindó sustento normativo a la extraterritorialidad del bloqueo. Cuatro años después, en 1996 se puso en vigor la Ley Helms-Burton por el Presidente William Clinton, con el objetivo esencial de obstaculizar y desestimular la inversión extranjera en la Isla, así como internacionalizar el bloqueo, poniéndose en vigor los Títulos III y IV en el 2019, uniéndose a las medidas de recrudecimiento del bloqueo.
Esas medidas consisten en la persecución a buques, bancos y navieras que envían suministros de combustibles al país, la aplicación de 243 medidas coercitivas adicionales desde el 2019 implantadas por Trump, la crisis global y nacional provocada por la pandemia de la covid-19 y la guerra en Europa, unidas a la arbitraria e injusta inclusión de Cuba en la espuria lista del Departamento de Estado estadounidense sobre supuestos Estados patrocinadores del terrorismo, son algunos de los elementos de la estrategia yanqui para aislar a Cuba y provocar su descalabro económico, el ataque a todas las fuentes de ingresos del país, la intimidación y extorsión a terceros, el reforzamiento de las presiones a Gobiernos, instituciones bancarias y empresarios de todo el mundo, además reforzado con el incremento de la agresión política, mediática y comunicacional violatorias del principio de no injerencia en los asuntos internos de los Estados, se pretende fabricar una oposición política y generar desorden e inestabilidad en Cuba.
También se insiste en fracturar el orden constitucional y el consenso social, alentar la migración irregular y afectar las condiciones de tranquilidad y seguridad ciudadanas en que vive el pueblo cubano.
Está muy claro para todos, y demostrado en la práctica del día a día, que el bloqueo es la causa principal de los daños que sufre hoy la familia cubana, es una medida genocida que impacta con mucha fuerza en la economía y en la sociedad, limitando el acceso a los combustibles, Bancos, alimentos, la entrada de divisas convertibles al país, el acceso a los alimentos y medicamentos, a la vez que estimula el odio al adversario, el sentimiento nacional y la capacidad de resistencia, creatividad y solidaridad entre los cubanos.
El bloqueo ha sido y sigue siendo el principal obstáculo para el desarrollo de todas las potencialidades de la economía cubana, para la implementación del Plan Nacional de Desarrollo Económico y Social y la consecución de la Agenda 2030 y sus Objetivos de Desarrollo Sostenible, viola también los derechos humanos y libertades civiles de los ciudadanos estadounidenses, a quienes limita injusta y arbitrariamente la libertad de viajar a Cuba, único destino prohibido para ellos en el mundo.
El bloqueo es el elemento central que define la naturaleza de la política de Estados Unidos hacia Cuba, constituye una violación masiva, flagrante y sistemática de los derechos humanos de los cubanos. Los daños acumulados en seis décadas ascienden a 154 217,3 millones de dólares, solo entre agosto de 2021 y febrero de 2022, causó pérdidas a nuestro país en el orden de los 3 806.5 millones de dólares, un monto récord para apenas siete meses. Además, solo en los 14 primeros meses del gobierno de Biden, los daños ocasionados por el bloqueo ascendieron a 6 364 millones de dólares, lo que representa una afectación de más de 454 millones de dólares mensuales y más de 15 millones de dólares diarios. Estudios aseveran que el Producto Interno Bruto (PIB) de Cuba pudo haber crecido un 4.5% en este periodo, de no existir el bloqueo.
Este cerco comercial económico y financiero oficializado por Estados Unidos desde el tres de febrero de 1962, es convertido en ley de la Gran Nación en 1992 y 1995. Es el mismo bloqueo que no ha cesado, es el más añejo de la historia, condenado en 30 ocasiones por la Asamblea General de Naciones Unidas desde 1992, y repudiado globalmente por las personas, organizaciones, organismos internacionales y gobiernos de bien, que apuestan por un mundo mejor, sustentable y sostenible, en el que todos tangamos similares oportunidades y las políticas imperiales no socaven las bases y las culturas de nuestros pueblos abriendo el camino al respeto mutuo y la convivencia internacional.
Ratifico que el bloqueo impuesto por el Gobierno de Estados Unidos a Cuba, es un acto de guerra económica en tiempo de paz, una política fracasada y de Guerra Fría que aún constituye el más prolongado y abarcador cerco económico, comercial y financiero contra país alguno, y sigue ahí, recrudecido, aunque más condenado; pero Cuba tiene derecho a vivir sin bloqueo, tiene derecho a vivir en paz.
Por: Sergio Rivero