El general José Lacret Morlot: un cubano modelo de virtud.
El parque principal de Nueva Gerona en la Isla de la Juventud, desde que se creó allá por los años ´20 del siglo pasado, en el mismo espacio que ocupó la Plaza de Armas durante el tiempo de la colonia, los pineros de entonces lo bautizaron José Lacret Morlot en homenaje y agradecimiento al general mambí que se opuso con firmeza a la aprobación de la Enmienda Platt, la cual dejaba a Isla de Pinos fuera de los limites jurisdiccionales de Cuba, ley impuesta por el gobierno de los Estados Unidos a la naciente república.
Quiero hoy, acercarlos un poco a esta figura cuya vida estuvo siempre apegada a la causa de la independencia de su patria amada y que su legado dejó una impronta en el pensamiento del pueblo pinero que le rindió tributo al estampar su nombre en una de sus obras.
El 20 de diciembre de 1848 nació en el cafetal Buenavista, Lomas del Cobre – en Holosongo, Santiago de Cuba- el ilustre prócer de nuestras luchas emancipadoras, general del Ejercito Libertador José Lacret Morlot, descendiente de franceses por línea paterna y materna. Recibía de sus padres una esmerada educación cuando, sin haber cumplido aún los 20 años, se incorporó a la insurrección iniciada en Yara, y desde entonces no dejó de servir hasta su último aliento los intereses de su patria, cuya felicidad ansió con todas las fuerzas de su espíritu, siendo su indeclinable lema: “Todo por Cuba”.
No pasó mucho tiempo en las filas insurrectas, cuando cayó prisionero de los españoles. Iba a ser fusilado en las gradas del santuario de El Cobre, cuando en lucha personal con quien esgrimía el arma contra él, logra escapar milagrosamente, con un pie destrozado y en situación de gravedad. Tras gestiones de su padre logra salir deportado a Francia, pero aún no restablecido de sus heridas se las agenció para retornar a la manigua cubana. Le tocó acompañar al presidente Carlos Manuel de Céspedes en la finca de San Lorenzo durante el periodo que siguió a su destitución, pues Lacret era el prefecto de Guaninao en la Sierra Maestra.
Estuvo junto a Antonio Maceo en la gloriosa protesta de Baraguá y emigró a Jamaica con el Titán, cuando resultaron inútiles los esfuerzos por continuar la lucha. En esos momentos, ostentaba Lacret el grado de brigadier.
Tras un tiempo en el destierro, regresó a La Habana e incursiona en actividades comerciales para sobrevivir. Funda el periódico El Obrero, defensor de esa clase social y al estallar la revolución de 1995, salió del país para recabar recursos para la lucha; al no lograrlo con prontitud, regresa a Cuba, desafiando riesgos. Desembarca en La Habana, disfrazado de pastor protestante e inmediatamente se incorpora a las fuerzas cubanas en Sagua la Grande.
El 17 de diciembre fue nombrado jefe de brigada de Matanzas a propuesta de Antonio Maceo. Su actuación en dicho mando fue pródiga en heroicas y fructíferas funciones guerreras, colaborando activamente con la tropa de la Invasión que comandaban Gómez y Maceo. Por el brillante hecho de armas de San Joaquín, Lacret fue felicitado por el general Antonio.
En julio de 1896 se libró el célebre combate del Hato de Jicarita, uno de los más importantes y cruentos librados en la provincia de Matanzas, que si bien resultó una victoria lograda por parte de las tropas cubanas, tuvo un elevado precio para la Revolución. Lacret continuó con sus triunfos en las acciones combatientes que siguió desplegando en la provincia matancera.
Tras la decisión del general Gómez de sustituirlo en el mando de la división de Matanzas por un general colombiano que no conocía el terreno ni a los hombres de aquella zona, el general Enrique Collazo al censurar el hecho expresó que “después de Máximo Gómez y Antonio Maceo no hubo ningún jefe cubano que se batiera como Lacret”. José Miró Argenter, General de división que participó junto a Maceo en la invasión, señaló del patriota: “No conocía el miedo, pero ni tampoco el valor de las acciones interesadas”.
José Lacret Morlot no se amilanó y continuó combatiendo en otros lugares de su tierra amada para lograr su independencia plena. También soñaba con la libertad de Puerto Rico y para ello presentó en 1897, un plan de invasión para liberar del yugo hispano al hermano pueblo.
Al constituirse la Constituyente de La Yaya fue nombrado vicepresidente de ella. En 1998 pasó al extranjero para organizar y traer una expedición con gran cantidad de pertrechos y numeroso contingente de emigrados. Derrotada España, fue miembro de la Asamblea de Representante de Santa Cruz del Sur que sesionó luego en el Cerro, y Presidente de su Comisión Ejecutiva. Miembro después de la Asamblea Constituyente de 1901, se opuso tenazmente a la aprobación de la Enmienda Platt, figurando desde el principio hasta el fin entre sus adversarios.
En la paz, procedió siempre con civismo cabal: Representó gallardamente la pureza, la abnegación y el sacrificio de las huestes libertadoras. Poco tiempo vivió en la reciente república instaurada. El 24 de diciembre de 1904 dejó de existir este modelo de patriota, este prócer ilustre de nuestra epopeya emancipadora que nos legó un vivo ejemplo de fervoroso amor a la tierra natal.
Este patriota que nació en cuna de oro, murió en la extrema pobreza, pero jamás se quejó. No quiso nunca ayuda del gobierno, ni cargos, ni ningún tipo de prebendas. Solo admitió la ayuda de sus compañeros de armas que lo asistieron hasta su deceso.
“En la ceremonia fúnebre su cuerpo fue cubierto con la bandera cubana, perforada con el plomo de las armas colonialistas y manchada con la sangre de los libertadores participantes en la heroica batalla de Jicarita, hecho de armas protagonizado por José Lacret Morlot. Cargado en hombros por su último Estado Mayor durante la guerra del 95, el cuerpo sin vida de Lacret, fue conducido al cementerio Cristóbal Colón”.
Las discrepancias que pudieron existir entre Máximo Gómez y Lacret Morlot, el tiempo las disipó y mostró la grandeza humana de aquellos hombres. Seria Gómez quien junto al lecho de enfermo de Lacret escucharía sus últimas palabras y quien, al despedir el duelo, se refirió a aquél como uno de los mejores hijos de la patria. “Yo no tengo facilidad de palabras- expresó Máximo Gómez-; un orador acreditado os dirá, con más elocuencia de lo que yo pudiera hacerlo, quién fue el general Lacret; yo solo puedo decir que fue un cubano modelo de virtud y un soldado valiente como pocos.”
Su memoria será venerada siempre por todos los que quieren de corazón a Cuba.
Por: Lic. Guillermo F. Maquintoche Vázquez.
Fotos: archivo personal.