El Principito: Un excelente amigo
“Duele. Duele un montón. Pero va a pasar,
y cuando sane, más fuerte vas a brillar,
más alto vas a volar, más libre vas a soñar.
Y vas a entender, que algunas historias
terminan, para que otras mejores
puedan empezar”
A. de Saint-Euxpéry
“El Principito”, esa obra maestra del aviador-escritor francés Antoine de Saint-Éxupéry, constituye una hermosa propuesta para tenerlo de cabecera, publicado el 6 de abril de 1943. Es el relato corto más conocido del escritor, realizado mientras se hospedaba en un hotel en Nueva York, y fue publicado por primera vez en los Estados Unidos para conquistar los corazones de todas las edades, aunque la persona que narra es un niño.
Muchas generaciones lo han tenido bajo la almohada desde hace 80 años cuando esa publicación vio la luz, y continúa mostrando los más altos valores que estimulan al ser humano a obrar bien, a vencer los obstáculos que la vida impone con una ingenua inteligencia y sobre todo, con una infinita dosis de amor.
Estamos convocados a lograr que el distanciamiento existente en la sociedad de hoy, y las tantas horas conectados a la pantalla de un ordenador o al celular, no conduzcan además, a un distanciamiento emocional; también estamos llamados como seres humanos a cultivar el amor, la solidaridad, la amistad sobre todas las cosas cara a cara en la vida real y no virtual, porque la dedicación y el constante intercambio con lo que adoramos nos da la verdadera posesión del cariño y la interdependencia que necesitamos para hacernos pensar en la tesis cardinal de “El Principito”: “Solo con el corazón se puede ver bien; lo esencial es invisible a los ojos”.
Si logramos en realidad ver con el corazón, si aceptamos que los tropiezos de hoy desaparecerán y vendrán tiempos mejores, nunca nos sentiremos solos, siempre estaremos rodeados por los mejores pensamientos altruistas y agradecidos eternamente de ver brillar el Sol cada día.
Valores como la amistad, la responsabilidad, la disciplina, el sentido de pertenencia, el amor y la justicia, son traídas por el autor de “El Principito” para hacernos reflexionar, incluso, sobre nosotros mismos, y tomar en cuenta la consideración que transmitimos a los que nos rodean como condición existencial en un mundo habitado también por el ejercicio del mal y de antivalores, a los que estamos llamados a desechar.
Es esta joya de la literatura universal un libro para todos los públicos, con muchas enseñanzas sobre la infancia y la adultez, la amistad que se forja en el camino y la vida, para que en cada momento de flaqueza ética o emocional volvamos a él, entonces cada lectura resultará nueva, porque está hecho para que los seres humanos se miren en su espejo por sí mismos y evalúen su comportamiento.
Es muy fácil que enfaticemos con ese pequeño-gigante protagonista, porque con su sencillez, sus deseos de aprender y sus aventuras, nos motivan a cuestionarnos muchas cosas y profundizar en otras, porque te hace sentir que estas dentro de la historia encontrando cada cual las respuestas a los comportamientos de las personas.
“El Principito” nos acerca en estos tiempos a una historia tierna, dulce, con un final emotivo, de esos que te hacen recordar que uno tiene que disfrutar de cada momento y siempre recordar las cosas buenas, los fieles amigos y lo que nos hace felices, aún en las más difíciles condiciones que la vida nos impone. Hagamos nuestra esa frase-consejo que nos dejó en sus páginas: “Eres el dueño de tu vida y de tus emociones, nunca lo olvides. Para bien y para mal” y nunca olviden que “El Principito” es un excelente amigo.
Por: Sergio I. Rivero Carrasco