marzo 7, 2025 ¿Quienes somos?

La Insatisfacción: El meollo está en la familia

Por estos días asistimos a conductas muy diversas que dicen mucho de la cuna y el ejemplo de padres y familia, no solo en el restringido entorno del hogar, sino su correspondencia con el entorno inmediato señalado por la cuadra, el barrio, la escuela, el centro laboral o los espacios donde se brinda sana recreación y esparcimiento, y siempre pensamos que la conducta del ser humano es un acto reflejo de sus emociones y sensaciones, pro también de la educación, de los patrones de conductas que puedan apreciar desde pequeño y más tarde los convierta en paradigmas.

Vemos como un hecho lógico que se manifiesten problemas de insatisfacción en el ser humano, de lo contrario el mundo se detendría y no tendríamos los avances tecnológicos de que hoy disfrutamos, ni lo que han creado las generaciones que nos antecedieron. El hombre en su propio crecimiento personal y profesional aspira cada vez a alcanzar lo mejor.

Pero la vida nos ha demostrado que la insatisfacción también tiene sus límites. No todos podemos ser Rey de España o Emperador de Japón, o vivir en el Principado de Mónaco o la Rivera Francesa, ni ir al cosmos si no reunimos las condiciones físicas y psíquicas y estamos entrenados para ello y con los recursos y medios necesarios; tampoco estamos preparados para saltar la valla 2.45 metros de altura, como el Rey Sotomayor. Todo lo anterior está vinculado a las posibilidades y al talento, que no siempre nos acompañan.

Es común que algunas personas cuando se proponen algo que no está a su real alcance le produzca frustración: se deprime o irrita, no cabe en sí mismo, y hasta algunos prefieren el silencio y la soledad y apreciar el mundo desde “fuera”; pero no es lo que debería ser.

Si como adultos adoptamos esas actitudes por carencia de aptitudes, es lo que  primero debemos concientizar, porque somos el espejo de nuestros hijos y ellos crecerán, generalmente, tal cual los formemos, y el ejemplo que le brindamos, por lo que siempre debemos tener presente que en este momento de la vida en que abrazamos la adultez, nuestra principal misión es enseñar a nuestros hijos as ser agradecidos. Demostrarles que podemos ser inconformes en el proceso de avance, pero siempre nos limitará la diatriba entre el querer y el poder, la aspiración de alcanzar lo que en realidad podamos es una forma de brindar gratitud por lo que hemos alcanzado, aunque no sea lo que en realidad queremos, y mucho menos pasándole por encima y aplastando a los demás violándolo todo. Lo que queremos debe servir como fuente de motivación para alcanzar lo que podemos.

Apreciamos con sano dolor, cómo muchos padres les dan todo tipo de gustos a sus hijos, pero no les entregan lo suficiente para enfrentar la vida futura. Algunos hijos cuando son mayores se lamentan y viven con resentimientos hacia sus padres, porque ellos no le aportaron lo que necesitaban para enfrentar la mayoría de edad. También sucede lo inverso. Incluso, hay padres que maltratan a sus hijos, de obra y de palabras; en ocasiones les oímos decir: “Qué deseos tengo que empiecen las clases!”

Hay padres, como algunos de nuestros vecinos, que asumen conductas inadecuadas ante los hijos, con un ejercicio para ellos normal de violencia familiar, de maltrato de palabra y de hecho con la madre o los propios abuelos que los convierten en paradigmas torcidos al propagar malos ejemplos, y son los niños que cuando llegan a la juventud o la adultez, no saben resolver un simple conflicto mediante la conversación y el primer instinto o respuesta es la violencia, y hasta adquirir malos vicios y hábitos que después se convierten en delitos originando desgracia familiar, incluso social.

Conocemos mujeres que no pueden procrear, y tienen que cargar con ese sufrimiento toda la vida, otras lo pierden durante la etapa de gestación y son infelices toda la vida,  pero tan duro como eso debe ser cuidar a un hijo en un hospital que se disputa entre la vida y la muerte por un enfrentamiento con armas blancas, o ir a verlo a una prisión, o peor aún, perderlo para siempre. En esas consecuencias siempre debemos pensar y en correspondencia enrumbar nuestra actitud en la vida.

Sabemos que compartimos con una mayoría de las personas que se detienen a leer este post, el deseo y la felicidad que proporciona a padres y familias tener con ellos o bien encaminados a sus hijos, hechos y derechos, como dice el refrán, sobre todo, DERECHOS.

Muchas veces vemos y oímos frases en las que se culpa a las autoridades competentes de conductas, que nada tienen que ver con lo que se les enseña en las escuelas, cuya obligación es impartir instrucción, y modelar la conducta encaminada desde el hogar con buenas costumbres y modales. También ocurre lo contrario, cuando las autoridades ejercen su papel también son criticadas.

En ocasiones vemos a muchos adultos de cualquier edad revolviendo tanques de basura, incluso viejitos, y hasta se dice que no tienen qué comer, mientras otros familiares visten a la moda, tienen el último celular, andan en “motorina”, tienen un hogar…, incluso, en el que el propio anciano vivía y los hizo crecer, son abandonados y no se les tramita el ingreso a una institución de las existentes en el país para su guarda y cuidado, pero siempre será la familia la responsable.

Ningún Estado puede asumir semejantes modos de vida, ni la responsabilidad que le atañe a las familias. Es increíble cómo en países del primer mundo hay tantas personas durmiendo en las calles, tampoco tienen qué comer, y mucho menos acceso a la salud y educación gratuitas.

Nuestro país está viviendo momentos muy difíciles, unos creados por nosotros mismos, otros, los más graves, nos los crean desde hace más de seis décadas impidiendo el desarrollo.

También vemos con dolor, como algunas personas, en cifra no despreciable, pero por fortuna no constituyen la mayoría, desde las plataformas mediáticas en el exterior dicen luchar por el bienestar de Cuba, pero nunca exponen en concreto, qué han hecho, qué hacen, qué aportan, han dado o dan a ese pueblo que dicen defender. Se han hecho expertos en apuntar, pero sus disparos los recibe directamente el pueblo cubano, incluso, las familias, muchas de las cuales son de ellos mismos y atendidas por ese Estado que acusan de “dictadura” sin distingo alguno. Su insatisfacción incontrolada los lleva a cometer los más graves errores de negación de identidad. La gratitud en el mejor antídoto para la insatisfacción, la nobleza, los buenos modales, la conducta adecuada, la decencia, honestidad, el sentimiento de solidaridad y amor a la familia, los amigos y vecinos, a nuestros compañeros en la vida que se gestan desde el seno familiar, se desarrollan en el andar cotidiano por la vida de cada uno, demostrando qué y quiénes somos, pero el meollo, está en el propio ser, en la familia, el entorno que nos rodea y con el que nos relacionamos, y el deseo por abarcar a todos ellos en forma constructiva en bien de todos, debía ser la mayor insatisfacción de cada persona en su tránsito por la vida.

Un antídoto de la insatisfacción.


Foto tomada de la red.
Por Redacción Web

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