“La Isla posee un gran tesoro de extraordinario valor natural y cultural”
Parece que “el implacable tiempo” no nos dio signos de su presencia, y ya han transcurrido 101 años de que un día como hoy 24 de mayo, pero de 1922, el etnólogo, antropólogo, jurista, arqueólogo y periodista Don Fernando Ortiz, diera a conocer a la Academia de la Historia de Cuba, la existencia de las joyas del arte aborigen cubano recogidas en el sitio arqueológico de las cuevas de Punta del Este, específicamente la Cueva Número Uno o la “Cueva del Templo”, porque en realidad lo consideraba “un Templo Precolombino”, ubicada en la zona Sureste de la hoy Isla de la Juventud.
En un farallón calcáreo situado a unos 200 metros de la playa se encuentra la denominada Cueva Número Uno, en la cual se observan 213 pictografías o ideogramas, que representan casi la tercera parte de las halladas en todo el país, que por sus altos valores culturales y patrimoniales fue declarado este sitio arqueológico Monumento Nacional en 1979 por la Comisión Nacional de Monumentos.
Pero la historia no se inició este día de mayo en que fue notificada oficialmente su existencia, ella tuvo como antecedentes una serie de hechos acaecidos en el lugar por investigadores foráneos en años anteriores que fueron sellados con la iniciativa de Don Fernando Ortiz de realizar la primera expedición con carácter científico al lugar en el mes de abril de 1922. Tardó un mes posterior a ello, me imagino que estudiando y arribando a conclusiones científicas parciales, para que hiciera llegar su notificación a la Academia de la Historia de Cuba, donde da a conocer de manera oficial, la existencia de las pinturas rupestres en la cueva Número Uno de Punta del Este, apreciada con tal suntuosidad, que lo llevaría a bautizarla desde sus inicios como “la Capilla Sixtina de los aborígenes de Cuba”.
La historiografía del hecho recoge que Don Fernando Ortiz les manifiesta en el informe a los académicos: “Estoy actualmente estudiando, clasificando e interpretando arqueológicamente algunos de los objetos hallados así como las pictografías que se conservan, y estimo que por la novedad de lo descubierto será de interés para la Academia un informe pormenorizado, que a mi modesto juicio hará posible la proposición de algunas interesantes deducciones paletnológicas”.
Más adelante explica el científico: “Aunque habré de tardar un tanto en ultimar el trabajo, no tanto por lo breve del tiempo que mis ocupaciones me permiten dedicar a estos agradables estudios, como por la necesidad de un cuidadoso análisis comparativo, se requiere de una muy amplia base de documentación extranjera, aquí no siempre fácil de encontrar”.
Pero su preocupación referativa se convirtió en ocupación y ya en 1935 tenía traducido al español el libro ‘Cuba antes de Colón’ (Cuba before Columbus), del arqueólogo estadounidense Raymond Mark Harrington, el cual constituía un referente para alimentar y argumentar sus observaciones.
Aparecía así una suntuosa revelación del arte rupestre cubano con altos valores naturales, culturales y patrimoniales, que enriquecería el conocimiento y lo ubicaría entre los más distinguidos valores nacionales, regionales y universales en la materia.
Como parte de la continuidad de las indagaciones, a finales de 1937 el Museo Arqueológico “Jesús Montané” de la Universidad de La Habana, organizó dos expediciones presididas por los eminentes arqueólogos René Herrera Fritot y Fernando Royo Guardia, los que permitieron aportar como fruto de esa labor desplegada por ambas, se emitiera un detallado plano a escala de la ubicación de las pinturas rupestres con una muy rigurosa descripción de ellas, las cuales coinciden con observaciones realizadas anteriormente, relacionadas con la incidencia del Sol en el simbolismo intrínseco en el llamado “Motivo Central”, que son los círculos concéntricos y la flecha enfocada en dirección al Este.
En su informe, el arqueólogo Herrera Fritot escribiría: “…el eje común de la flecha y el triángulo, está perfectamente orientado hacia el Este, apuntando a la boca de la cueva como si señalase al sol naciente que penetra por ella. ¿Querrá en su simbolismo, relacionar gráficamente esta gran figura central con el propio Astro-Dios, cuya imagen quisieron representar en la gran elipse?”
Esta importante observación contribuyó a complementar lo que había planteado Don Ortiz en cuanto a los 28 círculos en rojo y los 28 en negro pertenecientes al llamado Motivo Central, los cuales hipotéticamente pudieran representar en conjunto el mes lunar, “tal como debieron de concebirlo aquellos hombres primitivos, con 28 días (rojos) y 28 noches (negras)”.
Se precisa en los estudios realizados que las comprobaciones realizadas por el Dr. Antonio Núñez Jiménez se enfocan a demostrar, como parte de las investigaciones llevadas a cabo por él desde 1967, que Punta del Este es como un observatorio, capaz de permitir a la persona que se sitúa en el centro de la bóveda pueda apreciar el movimiento aparente del Sol, desde el Solsticio de Verano al Solsticio de Invierno; desplazándose el disco solar hacía el Este, al llegar el 22 de Marzo, Equinoccio de Primavera, el astro rey se ubica en el medio de la entrada, incidiendo su luz sobre el conjunto pictográfico, donde un aparente falo rojo penetra una serie de círculos concéntricos. El Sol continúa su carrera cada amanecer hasta el 22 de diciembre, Solsticio de Invierno, en que el mismo parece detener su movimiento iluminado el Motivo Central.
En su libro “Las cuatro culturas indias de Cuba” (1943), Fernando Ortiz recoge que “la segunda en importancia por sus trece círculos concéntricos negros, relacionada con los trece meses lunares del año, mientras que otras dos de cuatro círculos cada una, significarían, la de líneas rojas, los cuatro períodos de la órbita solar con sus equinoccios y solsticios, la de líneas negras, su equivalente por las fases de la órbita lunar”. A la vez, el investigador, en la misma publicación concluye: “Entre los egipcios, el tiempo fue una línea que volvía sobre sí misma. La eternidad es el círculo”.
Muchas han sido las investigaciones realizadas con fines científicos, históricos y culturales, y en épocas más recientes, precisamente cuando se celebró el pasado año el centenario de ese importante descubrimiento, se asevera que “el templo va más allá de Punta del Este”, ya queFernando Ortiz, cuando hizo su reporte, no tenía conocimiento sobre la existencia de otras cuevas en el sur isleño con similares exponentes del arte rupestre; y en realidad no han conocido hasta el momento otras con tal magnificencia.
Los estudiosos señalan como importante además, tener en cuenta la composición de los pigmentos empleados, ya que el rojo procedía del óxido de hierro y el negro del óxido de manganeso o el carbón vegetal, teniendo por aglutinantes la grasa animal y vegetal, Este conocimiento es de vital importancia para mantener su conservación y mitigar los daños por el paso del tiempo y la depredación humana, visibles hoy, y que resulta demasiado costoso en estos tiempos, su saneamiento y restauración.
Otro grupo de investigadores y distinguidos arqueólogos llegados a la Isla en ocasión del centenario, exponen que, siguiendo la ruta trazada por Núñez Jiménz pueden presentar dos de las cavernas conocidas ahora: la cueva “Finlay”, en Caleta Grande, cerca del poblado Cocodrilo, donde “se ven pictografías aborígenes circulares, en todo parecidas a las de Punta del Este”; y la cueva de “Los Alemanes”, en Puerto Francés, donde argumentan que pudieron estudiar una pictografía integrada por cuatro círculos concéntricos negros, los cuales por lógica los emparenta con los apreciados en Punta del Este. Pero la cueva “Los Alemanes” ya se encuentra casi por completo sumergida, precisamente por el movimiento de ascenso de la zona Este de la Isla y el hundimiento de la zona Oeste.
Por todas esas nuevas experiencias se puede llegar a la conclusión de que los valores del Arte Rupestre Aborigen Cubano no se circunscriben a Punta del Este, sino que se extiende por toda el área sureña de esta ínsula, bendecida por varios exponentes de ese arte expandidos por casi una decena de cavernas y abrigos en las rocas y acantilados, varios de los cuales aún se mantienen como objetivos para las investigaciones científicas en proceso.
Las palmas para los científicos e investigadores que se han dedicado a desentrañar los infinitos enigmas que aguardan las cuevas en sus dibujos; las palmas para los investigadores actuales que profundizan, a partir de los adelantos científicos en esos enigmas y nos entregan novedosas imágenes en 3D que catapultarán a la posteridad la valía de estos recintos.
En ocasión de la celebración aquí del centenario de este importante hallazgo, Arsenio Manuel Sánchez Pantoja, coordinador del proyecto Isla Patrimonial y de la Red de Oficinas del Historiador y del Conservador de las Ciudades Patrimoniales de Cuba, expresó:
“Este es un hecho que hemos valorizado porque nunca se conmemoraba esta fecha y creemos que es el momento propicio, pues aunque ya hubo algunas descripciones de las cuevas de Punta del Este en 1903 y otra en 1907, no es hasta el 1922 que un cubano –los anteriores fueron extranjeros–, el sabio Don Fernando Ortiz las visitó y, además, hizo el primer documento científico que cuenta sobre las propias cuevas, y consideramos que este es el hecho del descubrimiento, el primer reporte oficial y que, además, es uno de nuestros símbolos; y los pineros nos tenemos que sentir cada vez más orgullosos por poder también trabajar en función de su protección y desarrollo integral para nuestro disfrute y la articulación con la economía”.
En otro momento del evento Esteban Grau González, miembro de la Sociedad Espeleológica de Cuba y de la Fundación Antonio Núñez Jiménez, quien se encuentra al frente de un equipo multidisciplinario que realiza aquí diversas acciones desde el 2019 para elaborar una propuesta audiovisual de imágenes en 3D de las cuevas de Punta del Este, enalteció a los pineros cuando les expresó: “La Isla tiene un tesoro. Esta es la Isla del Tesoro porque tiene un patrimonio natural y cultural extraordinario”.
Por: Sergio I. Rivero Carrasco.
Fotos: Tomadas de Internet y Victoria Digital