La Sierra de Cañadas

En el centro-oeste del Municipio Especial se levanta uno de los tesoros geológicos y naturales más valiosos y pintorescos de los que se aprecia el terruño pinero: La Sierra de Cañadas.
Vista en lontananza podría parecer que, por inexplicable azar, los dientes de un serrote descomunal quedaron abandonados allí por algún gigante mitológico, luego de haber dividido la Isla en dos mitades, con un tajo por la Ciénaga de Lanier.

Se trata de un sitio único, con paisajes sencillamente espectaculares y, según cuentan quienes conocen bien estos parajes, el nombre de Sierra de Cañadas no le resulta gratuito a estas elevaciones, pues por su ladera corren abundantes manantiales de aguas purísimas y cristalinas, que ganaron proverbial preferencia desde siglos atrás. Esas corrientes, pletóricas de minerales, dan origen a numerosos arroyos que se multiplican sierra abajo, engrosando cauces hasta formar ríos, como Las Nuevas, San Pedro, Cisterna y otros de menor caudal.
Entre los primeros en comprobar la bien ganada fama del agua de estas cañadas estuvieron los corsarios y piratas que hicieron de esta isla uno de los centro de sus correrías por el Caribe, pues en tanto frecuentaban los alrededores de La Siguanea, remontaban el río San Pedro en busca del agua que brota en esas lomas. Llegar hasta la cima de la Sierra de Cañadas no es cosa fácil. Baste decir que comienza a elevarse en un área donde ya el terreno se halla a 66 metros sobre el nivel del mar y la cima más alta asciende otros 243. Total: 309 metros sobre el nivel del mar, el punto más alto de la geografía pinera conocido como El Techo de la Isla.

Se trata de un mirador privilegiado: la vista abarca la Isla en la mayor parte de su extensión y, por supuesto, los accidentes orográficos más significativos: al Este, el cerro de San Pedro; el cerro de Montelargo al Sureste, también la loma de La Daguilla y la Sierra de la Caba. En la lejanía las Sierras de las Casas y de Caballos advierten su marmórea presencia.

Los pinares se enseñorean por estos rumbos: a ellos se les debe el antiguo nombre de Isla de Pinos, una denominación bien ganada y desde la cima de la Sierra de Cañada se extienden en todas direcciones, como si la isla entera estuviera tapizada de esos árboles inhiestos. Sin dudas, un paisaje que deleita los sentidos del caminante y que nos lleva a reflexionar sobre los increíbles tesoros que crecen por aquí. Tesoros que nada tienen que ver con los piratas de antaño y sí con la naturaleza. Algunos de ellos están en la Sierra de Cañadas, de la que aún queda mucho por contar.
Texto: Linet Gordillo
Foto: Jaime Prendes y Croma
Exhuberante y hermoso lugar digno de la Isla, una más de sus bellezas naturales, pero que esta vez supera cualquier espectativa. Mi sincera felicitación a la periodista Linet Gordillo por la realización de este interesantísimo y deslumbrante trabajo, no se podía esperar otra cosa de ella, muchas gracias