noviembre 9, 2024 ¿Quienes somos?

Las arenas de la playa Bibijagua, hoy renombrada Arenas Negras

Existe una hermosa historia sobre el origen de las arenas negras de la playa Bibijagua en la Isla de la Juventud que quisiera compartir, de inmediato les cuento.

El ilustre revolucionario pinero, Jesús Montanè Oropesa, estando prisionero en el Reclusorio Nacional para Varones de Isla de Pinos, confeccionó un pequeño libro como regalo para su pequeño hijo Sergio  por el Día de los Reyes Magos    de 1955.

En él cuenta que muchos años antes de la llegada de Cristóbal Colón al territorio pinero “(…) en los hermosos bosques de Camarako (Isla de Pinos) a las orillas del Rio Las Casas vivía una valiente tribu de indios Pineros. Su cacique se llamaba Yucayo y tenía una hija muy bella y bondadosa. Ella tenía los cabellos largos y muy negros, la nariz un poco achatada, los ojos negros y prendidos como las chinitas, y una boca grande con unos dientes blanquísimos. Su piel era del color del dulce de membrillo. Se llamaba Tanya (…)”

Tanya ayudaba a su mamá, atendía a los niños, cocinaba ajiaco, sembraba yuca para hacer casabe, fabricaba vasijas y tejía hamacas.

En los días de fiestas, los indios les pedían a sus dioses que sus siembras fueran buenas, cantaban sus areitos y bailaban.Tenían un juego  que llamaban batos y a Tanya le gustaba mucho jugar.

Muy lejos de allí vivía otra tribu de indios pineros cerca de la loma del Caimán;  su jefe era el cacique Cabuya, que era muy valiente, siempre estaba bravo y con ganas de pelear. Había tenido varias guerras con Yucayo y  ahora estaba en paz porque su hijo Tulso se iba a casar con la princesa Tanya.

Tulso era un indio muy fuerte, de cabellos gruesos y negrísimos, frente ancha y nariz achatada, boca grande y ojos bridados como los chinos. Su pelo lo tenía atado con una cinta tejida.

El fabricaba bateyes (casas), canoas y  armas; cazaba, pescaba y se peleaba con sus vecinos en las guerras. Era muy valiente y usaba una macana, arcos y flechas.

En una noche de luna se reunieron a orillas del rio Las Casas, los dos caciques para el casamiento de sus dos hijos. Cabuya trajo muchos collares de muelas animales, maíz, tabaco y muchas frutas a Yucayo,como gratificación de que su hija Tanya se convirtiera en la esposa de su hijo Tulso.

Había muchos indios sentados alrededor de una fogata y bailaban, reían y jugaban.

El behique (brujo) casó a Tanya y Tulso y dijo ¡Casado están! ¡Que los dioses sean buenos con ellos!

Los indios les habían preparado una canoa, completamente llena de frutos, carnes, maíz, yuca y boniatos para su viaje de luna de miel por las costas de la isla Camarako. La pareja de jóvenes recién casados abordaron la embarcación y partieron a través de las aguas del  Río Las  Casas, mientras eran despedidos por los indios que los saludaban con sus manos alzadas.

Ellos pensaban acampar en una playa muy hermosa, de blancas arenas, muy cerca del caserío indio: la playa Bibijagua. Todo era felicidad, se arrullaban y querían. Eran tan felices!

De pronto el cielo se cubrió de negros nubarrones, el viento comenzó a soplar con fuerza. La canoa bailaba sobre las altas olas y Tulso no pudo mantenerla a flote. Entonces… una ola muy grande se llevó a Tanya  hacia el fondo del mar. Por mucho que Tulso se zambulló en aquellas aguas no pudo encontrar a su amada.

Muy triste y llorando, nadó hasta la orilla de la playa Bibijagua, donde pasó dos noches con sus días. A la mañana del tercer día el mar devolvió el cuerpo de Tanya. Tulso había sufrido tanto que su negrísimo pelo se volvió blanco como la leche.

Cargó el cuerpo sin vida de su amada y se adentró en la playa hasta que sus pies no alcanzaban el fondo. El mar los acogió en su seno, como ellos querían estar: siempre juntos.

Se escuchó un trueno, el viento sopló con más fuerza, los pinos crujieron, los animalitos del bosque temieron a la tormenta, pero era la Madre naturaleza que también se sentía triste y se vestía de negro.

Cuando los indios del caserío del Río Las Casas pasaban por esa playa, vieron con asombro que las arenas blanquísimas se habían vuelto negras, como el azabache. Y siempre seguirán así, por años y años, hasta que Tanya y Tulso se reúnan de nuevo  allá en el cielo.


Por: Lic. Guillermo F. Maquintoche Vázquez

Fotos: Tomadas de la red

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *