Leyendas sobre luces y aparecidos
Durante años ha prevalecido entre los viejos pineros, historias de luces y aparecidos en esta tierra insular. Muchos testigos han contado sus experiencias sobre estos hechos vividos. Un señor de apellido Blanco que vivía en La Tumbita, narraba que al salir de Santa Fe, después de terminar una fiesta, para regresar a su casa y avanzar durante un algún rato por el camino rodeado de árboles, se le apareció una luz tan grande que le iluminó todo el camino, ella casi montada detrás en el anca de su caballo, lo acompañó hasta llegar a su casa y allí desapareció. Otras de sus historias es la del cocuyo gigante, pues la gente veía en Carapachibey una luz posada todas las tardes en una mata y un señor mayor trató de atraparla, cuando descubrió al gran insecto, que en vez de dirigirse al monte, voló hacia el centro del mar.
La luz del Abra, es otra conocida por los que viven en la zona, según dicen, sale por la derecha y se pierde por la izquierda de aquel lugar de la Sierra de las Casas. Durante los años 40 del pasado siglo hubo una escasez mundial de combustible debido a la guerra en Europa. En Cuba hubo racionamiento y en la Isla también. El juez Waldo Medina y los pineros estaban empeñados en la reconstrucción de la “casita de Martí”, pero escaseaba la gasolina para operar el transporte y otros equipos para continuar con la obra.
Un campesino se presentó un día y le dijo que al pasar por “El Abra”, ahora al oscurecer, vi la obra que usted está haciendo. Me paré un rato para andar sobre las mismas baldosas en que caminó José Martí y, hacia la loma me pareció ver como una luz muy blanca que bajaba hasta la casita. Yo no creo en fantasmas, pero algo me animó a venir a verlo y contárselo. “¿En qué puedo servirlo para esa obra hermosa?” y le dije: Mire amigo en lo único que me puede servir, es casi imposible, traer un poco de gasolina. Y aquel guajiro de alma pura respondió: “Tenía guarda´o para lo peor un tanque de 51 galones, mándelo a buscar mañana, que es suyo. Le di un abrazo y Sergio Montané, que estaba presente, con los ojos humedecidos exclamó: Martí está entre nosotros. Y todo salió a pedir de boca.
En La Tumbita, la Siguanea, Cayo Piedra, a la entrada de la Costa Sur, en Carapachibey, Cocodrilo, Hato de Miliàn y en cuantas lomas, montes y ríos que existen en la Isla, alguien ha visto una luz, que algunos testigos las relacionan con los enterramientos de tesoros de los piratas o las almas errantes de personas fallecidas.
Otros llaman fuego fatuo a este fenómeno y explican que se produce cuando la materia orgánica se descompone en lugares húmedos y generalmente en horas de la noche es cuando se puede observar. De esta descomposición se desprenden diversos gases, que se inflaman espontáneamente al hacer contacto con el aire y como gas, suele moverse y la luz que provoca y desaparece de la misma forma natural en que apareció.
Por: Guillermo Maquintoche