Otra amenaza latente
Nadie está ajeno a que el mosquito Aedes Aegypti es un azote, y aunque recibimos la buena nueva de que los casos de dengue en la Isla han disminuido, su extendida presencia lo mantiene como el enemigo número uno de la salud pública. Un enemigo potencialmente letal y persistente.
De ahí lo importante de la responsabilidad individual, familiar y comunitaria en el control del indeseable vector. Una responsabilidad que no por común deja de ser cardinal para la salud de los de casa y la de los vecinos, máxime si tenemos en cuenta el esfuerzo que hace el país, a pesar de la fragilidad de su economía, para preservar la salud de la población.
Tengamos en cuenta que si en casa no le ofertamos a ese indeseado visitante un hospedaje donde pueda multiplicarse, las posibilidades de que prolifere serán mínimas, y es que ese intruso zumbador persiste en robar la tranquilidad de los hogares pineros y llega sigiloso, instalándose sin ser invitado.
Sin dudas, es un enemigo nefasto, pero mora en muchas casas cual un miembro más, al que por descuido o por irresponsabilidad, le abrimos la puerta. Así las cosas, el Aedes Aegypti campea por su respeto en muchos sitios de la Isla y urge cortarle las alas.
Constantemente, las autoridades sanitarias del territorio alertan sobre el peligro que representa el vector, cuyo un índice de infestación es persistente, y no bastan las fumigaciones, las alertas de los medios de comunicación ni el control anti vectorial por parte de inspectores y demás personal sanitario: el tratamiento autofocal destructivo es cardinal en este aspecto.
El mayor número de depósitos positivos del Aedes se encuentra dentro de las viviendas, por lo que destruir los criaderos, limpiar los bebederos de los animales, mantener la higiene de los patios, tapar los tanques, permitir que se abaticen y abrir las viviendas a la fumigación debe ser parte de la batalla diaria. Mientras haya un foco, el riesgo está presente, y no debe haber cabida para las indisciplinas sociales.
La amenaza de una epidemia de dengue o cualquier otra de las enfermedades que transmite el Aedes Aegypti, se mantiene latente si cada uno de nosotros no concientiza el peligro que este vector representa para la vida, si no evitamos el desarrollo del mosquito como agente transmisor.
Cierto es que somos intensivos, pero no persistentes; muchas veces después de las grandes campañas en los hogares dejamos de ser constantes en las revisiones, en los autofocales y aunque eliminamos al mosquito una vez, creamos las condiciones para que prolifere de nuevo.
Bajo esas realidades, sazonadas también por la coyuntura de un cambio climático y la consiguiente amenaza de los fenómenos naturales, eliminar al Aedes Aegypti, o mantener su población por debajo de los niveles en que constituya un riesgo de transmisión de enfermedades, se vuelve una necesidad de vida o muerte. En su caso… ¿Qué hacen usted y su familia para desterrar de su hogar al mosquito?
Por: Linet Gordillo