Raúl es de todos
Raúl es único e irrepetible, es el hermano agradecido y amoroso del más universal de los cubanos del siglo XX, y a la vez es él mismo. Siempre se proyectó con un alto sentido de humanismo y lealtad.
¿Y quién es Raúl? Todos los cubanos tenemos un sentimiento bien guardado para ese hombre inmenso que, junto a Fidel y toda una generación de muy jóvenes cubanos, no dejaron morir los sueños Martí en el año del centenario de su natalicio y reiniciaron la lucha por la definitiva independencia de Cuba.
La grandeza de su vida está presente en todas partes porque ha sido diáfano y transparente en su pensamiento y acción desde su bien temprana incorporación a la lucha revolucionaria.
Desde el Birán que lo vio nacer, como el benjamín de sus padres Lina y Ramón, el último de los Castro-Ruz, hasta el joven intrépido y disciplinado que siguió los pasos de Fidel, el hermano siempre admirado y querido, como fiel soldado de filas que por sus méritos en el combate llegó a ser jefe guerrillero, Comandante, Ministro…El Primer Secretario del Comité Central del PCC y Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros: Un Gran hombre de la Patria, muy modesto siempre como su nombre
Un Raúl que no se despinta ni echándole ácido encima es el que asumió las riendas de su Cuba para dar continuidad al cauce labrado por Fidel, el que luchó a brazo partido y con mucha inteligencia para cumplir el compromiso del máximo líder de la Revolución cubana ante su pueblo de que Los Cinco Héroes volverían, y volvieron.
Raúl es también el que le imprimió su estilo propio a la dirección del país con una amplia y dinámica actividad general y en las relaciones exteriores cubanas; con gran firmeza, dignidad y temple dirigió personalmente el proceso de conversaciones y negociaciones que tuvieron como fin el restablecimiento de las relaciones diplomáticas con los Estados Unidos, como bien ha reconocido públicamente el Primer Secretario del Comité Central del Partido y Presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez.
Fue Raúl, al decir de del Presidente cubano, el que condujo al país en medio de grandes desafíos y agresiones “mientras enfrentaba la enfermedad y la muerte de su amada compañera de vida y de luchas, nuestra extraordinaria Vilma, con quien compartió la pasión por la Revolución y fundó una hermosa familia. En ese mismo período sufrió la enfermedad y el fallecimiento de su principal referente en la vida revolucionaria, además de su jefe y hermano, el compañero Fidel, a quien ha sido leal hasta las últimas consecuencias”. Raúl nos dio continuas lecciones al anteponer al dolor humano, el valor revolucionario y el sentido del deber. Besó la urna que guarda las cenizas de Vilma, saludó militarmente la piedra con el nombre de Fidel, y dirigió el país sin descanso, con acierto, con ímpetu, con devoción, con aportes trascendentales a la Revolución.
Pero es que hace tres décadas dejó marcada a esta Isla y a Cuba con la gran inconformidad revolucionaria de que se pueden vencer todos los obstáculos por difíciles que sean, porque hay que tener una irrenunciable fe en la Victoria. La consigna “Sí Se Puede” nos ha acompañado hasta aquí desde aquel iluminado 26 de julio de 1974, en el que la Isla celebró por vez primera un acto nacional por el asalto al cuartel Moncada, y ahora trabaja con el impulso del “Sí se puede” para alcanzarlo nuevamente en este 2024. Todos los atributos hacen de Raúl un hombre bien grande, un paradigma de ser humano y revolucionario, de sólidos sentimientos humanos, de amor a la familia, a los niños y a la dignidad del hombre, los hacen gigante, porque Raúl es Raúl, nuestro líder histórico, el más alto y a la vez modesto de nuestros días, que aún al cumplir 93 calendarios, continúa con el pie en el estribo con el entusiasmo y la responsabilidad del primer día.
…Y Raúl es Raúl
Por Sergio I. Rivero Carrasco