Celia, la niña-estrella
Es Celia de los desamparados esa luz centuriana de amparo, la que en medio de tantas adversidades nos hace crecer creativamente, la que nos convoca a la tolerancia, comprensión, solidaridad y el amor por la familia; es la que nos da lecciones de humanismo al proteger a los más desvalidos y asegurarles el mayor grado de bienestar posible enalteciendo la vida de los cubanos en cada barrio a los que se les acerca la protección, el bienestar y la consideración.
Con muy certera visión el poeta majaguabense Juan M. Reyes Alcolea nos entregaba unos versos hermosos que hacen vivir a nuestra Celia desde su llegada a la vida, cuando nos dice:
“Yo sé de una madre bella
que de parto en Media Luna
le parió a la patria una
niña y más que niña, estrella”.
Ha pasado 104 calendarios y la estrella se mantiene viva en su luz como aquel primer amanecer que la niña-estrella por primera vez resplandeció el nueve de mayo de 1920, y pese a los múltiples obstáculos, riesgos y heroicidades, su estirpe femenina, maternal, y de absoluta lealtad a la justicia y al amor, no han cesado de irradiar la centellante luz del bien y la bondad en cada alborada de Revolución.
Resulta increíble que esa sencilla mujer albergue tantas luces, inimaginable para muchos, de cómo su menudo cuerpo era capaz de guardar ilimitadas virtudes y una inagotable capacidad para irradiarlas, siempre con la sonrisa a flor de piel y el corazón glorificado por la justicia tras su paso por la vida.
para ser fieles seguidores de las ideas de Fidel y la generación que nos trajo hasta aquí. Ella nos conmina a multiplicarnos como empedernidos continuadores de esta obra, que a pesar de los años, los obstáculos y las agresiones, siempre nos convoca a beber de su sabia, de encontrarla en cada momento de duda, flaqueza o ferviente emoción. Ahí siempre encontraremos a Celia, sonriente, en cada alborada sumergida en las mismas entrañas del pueblo.
Celia fuego y canto
Por Sergio I. Rivero Carrasco