Centenario del destacado fotógrafo Raúl Corrales que eternizó a Cuba con su lente

«Comenzaban entonces otros combates; pero desde entonces el devenir tiene raíz, coherencia, identidad. La sangre ha sido aceptada, el sol de los vivos y los muertos brilla exigente en el centro de todo. “Y todo lo que parecía imposible, fue posible”».
Así pintó con palabras Cintio Vitier, en ese texto inconmensurable que es Ese sol del mundo moral, el momento crucial en que nacía la Revolución Cubana. Jesús Orta Ruiz, en un poema memorable decía: ¡Sólo importa Cuba, sólo importa el sueño / de cambiar la suerte! / ¡Oh, nuevo soldado que no arruga el ceño, / ni viene asombrado de tutear la muerte!; y Retamar se preguntaba, en versos estremecedores, después de la libertad conquistada: Nosotros, los sobrevivientes, / ¿A quiénes debemos la sobrevida? No hubo quien, de entre los poseídos por el sentimiento de nobleza y gratitud, dejara de regalarle un verso, una frase hermosa, un íntimo o expreso homenaje, ni les faltaron a los caídos, en el altar, la flor.
A Cuba le nacía una nueva era y había que eternizarla. Entre los grandes fotógrafos que captaron la Revolución, dígase, sus cruciales momentos, los rostros de sus principales hacedores y el mar de pueblo que bajo su liderazgo la edificó, está Raúl Corrales Fornos, hijo ilustre de Cojímar y primer artista del lente en recibir el Premio Nacional de Artes Plásticas. Este maestro de la fotografía cubana nació en Ciego de Ávila, hace hoy cien años.
En 1959, Corrales se desempeñaba como jefe de Fotografía de la agencia publicitaria Cuba Sono Films. Había llegado a ese mundo –según contó su hija Norma Corrales, en una entrevista a Granma–, como trabajador de mantenimiento: «barría, limpiaba, pero un día, por azar, en una sastrería de (la calle) Obispo piden un servicio para cubrir un aniversario y no había fotógrafo disponible. Él osadamente se ofrece y el jefe acepta.
Luego él narró cómo caminó por Obispo con las cámaras y el maletín con los bombillos, para tomar una sola imagen. La tomó, la reveló y la imprimió, y allí empezó su vida como fotógrafo.

El periódico Hoy y las publicaciones La Prensa Obrera de Cuba, América Deportiva, Vanidades, Última Hora y Bohemia fueron medios en los que publicó sus fotos Corrales; pero tras el triunfo revolucionario, el destacado profesional, que fuera fotógrafo también de las revistas INRA, Cuba y del periódico Revolución, acompañó a Fidel en sus múltiples recorridos.
Trabajaría después, a solicitud de Celia Sánchez, en el Consejo de Estado, donde fue jefe de la sección microfilm y fotografía, y allí, tras 20 años de faena artística, se jubilaría en 1991. En su haber cuenta el de ser uno de los fundadores de la sección de Fotografía de la Uneac.
Al talento de este hombre, que solía decir que no buscaba una buena fotografía, sino que la veía, le debemos los cubanos, y también el mundo, la perpetuidad de acontecimientos trascendentales de nuestra historia. Entre las más reconocidas pueden citarse Caballería, Sombreritos, Che, Limpiabotas, Fidel y Hemingway, la serie de imágenes de Girón, y la Primera Declaración de La Habana.

No en balde, otro artista del lente, Alberto Korda, en honradas palabras, refirió las influencias recibidas de este creador, a quien quiso imitar alguna vez. «El triunfo de la Revolución nos hermanó en la inolvidable experiencia de captar todos los momentos de aquella epopeya, y a mí, me dio la posibilidad de seguir las huellas de quien considero mi maestro: Raúl Corrales».
(Con información de Granma)
Tomado de Cubadebate