diciembre 5, 2025 ¿Quienes somos?

¿Cuál ha sido la evolución de los arbovirus en el país?

La Doctora en Ciencias María Eugenia Toledo Romaní, investigadora del Instituto de Medicina Tropical Pedro Kourí (IPK), afirmó este jueves en la Mesa Redonda que el chikungunya “puede realmente llevar a la muerte”, al intervenir en el espacio televisivo dedicado a la actualización sobre la evolución de los arbovirus en el país.

La científica explicó que su presentación se centraría en añadir evidencias internacionales y datos nacionales para esclarecer qué se puede esperar respecto a esta enfermedad. En ese sentido, precisó que no es posible actualmente hacer un pronóstico de largo plazo sobre el comportamiento del chikungunya en Cuba, por tratarse de la primera experiencia de exposición al virus que genera una epidemia de gran magnitud y extensión.

“Aunque habíamos tenido reportes de chikungunya por allá por el año 2015 en Santiago de Cuba, no en las magnitudes y en el comportamiento que está teniendo”, dijo. Agregó que, a diferencia del dengue —con el cual se pueden hacer pronósticos por su comportamiento endemoepidémico y los datos acumulados—, con el chikungunya solo se pueden hacer pronósticos de corto plazo, pero no determinar cuándo terminará la ola epidémica.

Para tener elementos de análisis, la investigadora señaló que es necesario comparar con otros brotes epidémicos internacionales. Enfatizó que la epidemia no es exclusiva de Cuba, pues entre 2020 y 2024 más de 119 países y territorios de las seis regiones de la Organización Mundial de la Salud han reportado brotes de chikungunya, incluyendo casos recientes en el sur de Francia y en la isla La Reunión.

No obstante, la experta destacó que Cuba enfrenta un contexto particular que hace a su población más propensa. Entre los elementos que citó se encuentran la alta susceptibilidad poblacional por no haber tenido una emergencia previa, con tasas de ataque que oscilan entre el 30 y el 70%; una estructura demográfica envejecida con comorbilidades acumuladas; una mayor movilidad interna e internacional que facilita el intercambio de virus y vectores; y la circulación simultánea de otras arbovirosis como el dengue.

También se refirió a las limitaciones en la efectividad de las estrategias de control, como la fumigación —cuya efectividad no es del 100%—, a lo que se suman condicionantes socioeconómicos, ambientales y de higiene urbana.

Sobre la duración de la epidemia, Toledo Romaní mostró curvas epidémicas de países como Paraguay, Bolivia y Brasil, donde el chikungunya genera brotes “muy explosivos” que se expanden rápidamente, con un comportamiento estacional vinculado al incremento de mosquitos. Señaló que el aumento significativo de casos en Cuba a partir de la semana 40 del año está relacionado con la reanudación del curso escolar y la concentración de personas en espacios con infestación de mosquitos.

La científica pronosticó que probablemente los próximos brotes en Cuba no sean tan grandes, debido a la inmunidad adquirida por quienes se enfermen, aunque advirtió que la amplia movilidad poblacional puede generar focos aislados que compliquen el control, tal como se ha observado en estudios realizados en Cienfuegos.

Ante la preocupación ciudadana por el alto número de enfermos en poco tiempo, la investigadora recordó la cocirculación de varios arbovirus —dengue y oropouche—, lo que puede generar confusión en la población. Subrayó la importancia de buscar atención médica para un diagnóstico correcto, especialmente en un período de incremento también de infecciones respiratorias y posibles coinfecciones.

Alertó, además, sobre la necesidad de monitorear enfermedades como la leptospirosis tras el paso de eventos climatológicos extremos, lo que podría complicar aún más el escenario epidemiológico.

Respecto a la letalidad del chikungunya, la doctora Toledo Romaní presentó datos de epidemias en Paraguay y Brasil, donde se observa que, aunque se reportan muertes por dengue, una parte significativa de los fallecimientos está asociada al chikungunya, con tasas de letalidad que pueden rondar el 1,1%, similares a las del dengue. Los grupos de mayor riesgo son los adultos mayores y los lactantes menores de un año.

Para finalizar, enfatizó la importancia de la alerta temprana, no solo a través de la búsqueda de atención médica, sino también mediante la vigilancia de indicadores como el ausentismo escolar y laboral por fiebre, que pueden señalar la intensificación de la transmisión en una comunidad.

“El monitoreo de las intervenciones de control debe ser muy sistemático y continuo, porque en estas enfermedades no se puede apostar a un solo método de control”, afirmó. Concluyó que la higiene ambiental, las acciones personales en los hogares, sumadas a las estrategias del Ministerio de Salud Pública y a los métodos novedosos que se implementen, son elementos en los que toda la población puede y debe contribuir.

Vigilancia, diagnóstico y referencia de arbovirosis

La Jefa del Centro de Diagnóstico del Instituto Pedro Kourí, la Dra. C. María Guadalupe Guzmán Tirado, explicó a los televidentes acerca de la confluencia de estos junto a los virus respiratorios.

Expresó que en estos momentos se registran en Cuba 17 virus respiratorios. Para aclarar más acerca del tema, la especialista mostró en imágenes cómo se hace la vigilancia de laboratorio de dengue y otros arbovirus en Cuba. Explicó que la Red de Laboratorios de Microbiología en Cuba, organizada bajo la rectoría del Ministerio de Salud Pública (MINSAP), tiene como Laboratorio Nacional de Referencia al Instituto de Medicina Tropical “Pedro Kourí” (IPK), y se articula con una amplia infraestructura que incluye los Centros Municipales y Provinciales de Higiene, Epidemiología y Microbiología, así como los laboratorios de microbiología en policlínicos y hospitales.

A esta red se suman otras estructuras especializadas como la Red de Laboratorios de Diagnóstico Molecular a nivel provincial, la Red de Laboratorios SUMA y la Red de Laboratorios de Entomología, conformando un sistema integral que garantiza la vigilancia, el diagnóstico y la investigación en salud pública en todo el país.

Para estudiar con profundidad cualquier nueva enfermedad que pueda aparecer, el Instituto de Medicina Tropical “Pedro Kourí” (IPK) cuenta con 23 Laboratorios Nacionales de Diagnóstico y/o Referencia, acreditados por la OMS/OPS, que se organizan en tres grandes grupos:

  1. Virología, dedicada al estudio de hepatitis, enfermedades diarreicas agudas virales, parotiditis, rubéola y sarampión, rabia, influenza y otros virus respiratorios, infecciones de transmisión sexual, arbovirus, poliovirus y enterovirus.
  2. Bacteriología, enfocada en micoplasmas, infecciones respiratorias agudas bacterianas, micología, tuberculosis, leptospiras y brucelas, treponemas y otros patógenos especiales, neisseras y helicobacter, además de la vigilancia de la resistencia antimicrobiana en infecciones asociadas a la atención sanitaria y las enfermedades diarreicas bacterianas; y
  3. Parasitología, que aborda parásitos intestinales, toxoplasma, zoonosis, malaria, leishmania y tripanosoma.

El IPK, además, ostenta el reconocimiento internacional como Centro Colaborador de la OPS/OMS para el control del dengue y como Centro Colaborador para la tuberculosis, consolidando su papel estratégico en la vigilancia y control de enfermedades transmisibles en Cuba y la región.

Los Laboratorios Nacionales de Referencia del IPK cumplen un papel esencial dentro del sistema de salud cubano, al encargarse de realizar diagnósticos especializados, introducir nuevos métodos y tecnologías, desarrollar investigación científica y ofrecer capacitación continua.

Además, brindan atención técnica a la red de laboratorios del país, validan diagnosticadores y equipos, garantizan el control de calidad en toda la red y emiten alertas oportunas al sistema nacional de salud, consolidando así su función estratégica en la vigilancia, prevención y respuesta frente a enfermedades transmisibles.

Guzmán Tirado expresó también que el IPK ha desempeñado un rol decisivo en la preparación y diagnóstico de epidemias y brotes que han impactado a Cuba y la región, acumulando una trayectoria que inicia con las epidemias de dengue desde 1977 y se extiende hasta la actualidad.

Entre los eventos más relevantes atendidos por sus laboratorios se encuentran la pandemia de influenza H1N1 en 2009, el brote de cólera en 2012, la introducción del virus Zika en 2016, la emergencia global del SARS-CoV-2 en 2020, la aparición de Mpox en 2022, el diagnóstico de Oropouche en 2024 y, más recientemente, la detección de Chikungunya en 2025.

Esta experiencia consolidada reafirma al IPK como un pilar en la vigilancia epidemiológica y en la respuesta rápida frente a enfermedades emergentes y reemergentes.

La vigilancia de laboratorio del dengue y otros arbovirus en Cuba se sustenta en la Atención Primaria de Salud (APS) y articula componentes clínicos, epidemiológicos, virológicos, entomológicos y ambientales, con el IPK como Laboratorio Nacional de Referencia.

En este sistema, la vigilancia serológica se realiza a través de una red de laboratorios con capacidad para estudios de IgM dengue mediante la tecnología UMELISA del Centro de Inmunoensayo (CIE), bajo el control de calidad del IPK, lo que permite detectar incrementos de casos de dengue o flavivirus y sospechar la presencia de otros agentes cuando los resultados son negativos. La vigilancia molecular, basada en técnicas de PCR y TR, se aplica para dengue, zika, chikungunya, oropouche, fiebre amarilla, mayaro y otros arbovirus, posibilitando la identificación del virus circulante, el estudio de casos graves y fallecidos, complicaciones neurológicas y cardiovasculares, así como la vigilancia en embarazadas, transmisión vertical, neonatos, niños y viajeros, con extensión del diagnóstico a laboratorios de La Habana, Villa Clara y Santiago de Cuba.

Finalmente, comentó que la vigilancia genómica complementa el sistema mediante la identificación de genotipos y linajes virales, consolidando una estrategia integral que fortalece la capacidad del país para enfrentar epidemias y brotes de arbovirosis, así como identificar la circulación nacional de cualquier enfermedad.

¿Qué sucede con los niños?

La doctora Yamirka Montesinos Felipe, jefa del grupo nacional de terapia intensiva pediátrica, explicó en la Mesa Redonda cómo se está comportando la fiebre chikungunya en la edad pediátrica.

"Si bien es verdad que la enfermedad es una enfermedad viral autolimitada, en la edad pediátrica tiene formas típicas y atípicas de presentación, al igual que en los adultos", dijo.

Montesinos Felipe comentó que dentro de las formas típicas de presentación, lo que se publica en la literatura de los países que han tenido la epidemia, y lo que nosotros hemos evidenciado y recopilado con los médicos que asisten directamente a los pacientes, es que la enfermedad cursa con las manifestaciones clínicas descritas.

Entre los síntomas más frecuentes en las edades pediátricas, la doctora mencionó la fiebre, las lesiones de piel, los dolores articulares —que en este caso son más artralgias y no tan artritis discapacitantes como en los adultos—. "También hay manifestaciones en la mucosa oral o exantemas, que se acompañan de úlceras en la boca, de aftas que limitan a veces la alimentación, sobre todo en los niños pequeños. Cursa con conjuntivitis, con manifestaciones gastrointestinales (vómitos, diarreas), con decaimiento".

La especialista insistió en que la enfermedad es una enfermedad infecciosa y sistémica. "La presencia del virus en el niño, en el huésped, genera una respuesta inmune que a su vez genera una respuesta inflamatoria. Y cuando esa respuesta inflamatoria no es bien regulada por el huésped, pueden aparecer complicaciones potencialmente mortales, dadas por manifestaciones que se expresan con disfunción de diferentes órganos".

¿Qué ha pasado en nuestro país? Al respecto, Montesinos Felipe explicó que "todos los grupos de edades se enferman por fiebre chikungunya. Ahora, ¿cuál es el grupo que más ha demostrado evolucionar a formas graves de la enfermedad? ¿En quién lo hemos visto más? En los niños menores de 1 año, principalmente en los menores de 3 meses, y en los adolescentes entre 10 y 15 años de edad, en menor cuantía".

La doctora argumentó que quienes han ocupado con mayor incidencia los servicios de terapia intensiva pediátrica del país han sido los neonatos y los lactantes. "Cuando hablamos de lactantes, hablamos de los niños de un mes, dos meses, hasta los 12 meses de vida. Fundamentalmente, esta enfermedad ataca con mayor invasividad a los niños menores de 3 años", dijo.

¿Y qué pasa en estos niños? Montesinos Felipe dijo que, primero, las lesiones de piel. "En este grupo de edad, las lesiones de piel que en otros grupos pueden ser una eritrodermia o un rash máculo-papular, aquí aparecen lesiones que se caracterizan por un síndrome vesículo-ampollar. O sea, el niño comienza con vesículas que también se convierten en ampollas y, en algunos casos, en flictenas importantes que se extienden por zonas amplias de la piel, haciendo que el niño realmente impresione como un niño gravemente enfermo. Y de hecho lo está. Es una de las formas de presentación de la enfermedad en ese grupo de edad que hace que estos pacientes vayan a las unidades de atención al grave, porque requieren vigilancia continua y específica, un aporte hídrico adecuado a las necesidades que va teniendo el paciente, y prevención constante de infecciones asociadas, porque al perder la integridad de la piel, pierde un mecanismo de defensa y queda expuesto a la autoinfección o a adquirir alguna otra infección", explicó.

¿Qué otra forma de presentación ha tenido la enfermedad en este grupo etario? Al respecto, la especialista dijo que en este grupo ha aparecido con mucha fuerza la disfunción intestinal. "O sea, estos son niños que comienzan con manifestaciones intestinales y evolucionan muy rápidamente a la falla intestinal aguda. Esto ocurre en el curso de manifestaciones como sepsis o shock séptico, que es otra forma en la que se presenta esta enfermedad en este grupo de edad, e incluso independientemente, como falla intestinal aguda propia".

De acuerdo con Montesinos Felipe, a los centros médicos han llegado niños que han requerido tratamientos quirúrgicos por la falla intestinal aguda.

En las edades pediátricas, también pueden manifestarse formas atípicas de la enfermedad como disfunciones miocárdicas (trastornos del ritmo, inestabilidad hemodinámica y estados de shock) o disfunciones neurológicas (estos niños pueden desarrollar encefalitis, tener convulsiones).

Montesinos Felipe explicó en el programa que teniendo en consideración ese comportamiento clínico y lo revisado en la literatura, el grupo de pediatría, de terapia intensiva pediátrica y el grupo de neonatología —acompañados por el resto de los expertos— han elaborado el protocolo actual de actuación para enfrentar la enfermedad.

"Primero, en ese protocolo, que es para los médicos pero es importante que la población lo conozca, están muy bien identificados los signos de alarma de la enfermedad, porque guardan relación con la probable evolución a formas graves. Mientras más temprano seamos capaces de identificarlos —ya sea la familia, el personal médico o de enfermería que asiste al paciente—, seremos más capaces de intervenir en la prevención de las complicaciones o de tratarlas precozmente para evitar desenlaces no deseados", explicó la especialista.

Agregó que en ese protocolo están muy bien identificados los criterios de ingreso. "Allí se identifica, además, a dónde van los niños menores de 3 meses dentro del centro hospitalario una vez ingresados, porque no cabe duda de que este grupo etario requiere una vigilancia continua diferenciada y una atención diferenciada con relación al resto".
Con relación a los criterios de ingreso en edad pediátrica, señaló Montesinos Felipe que se están ingresando a todos los niños menores de 2 años.

"En el caso de los niños mayores de 2 años, ingresamos a aquellos que tengan alguna alteración del triángulo de evaluación pediátrica. El triángulo de evaluación pediátrica es una herramienta muy rápida que le permite a los médicos (no tienen que ser pediatras) evaluar alteraciones neurológicas, circulatorias o respiratorias en nuestros niños, y esos son niños que requieren ingreso hospitalario".

"También ingresamos a los pacientes que tienen comorbilidades asociadas, o sea, enfermedades crónicas no transmisibles u otra comorbilidad, porque el virus puede descompensar esa enfermedad de base y, por tanto, deben estar hospitalizados", apuntó.

Igualmente, se ingresan a los pacientes mayores de 2 años que presentan signos de alarma y a pacientes con vulnerabilidad social o que geográficamente no estén cerca de centros de atención hospitalaria, decidiendo entonces un ingreso por criterio geográfico para vigilar y conducir la atención de estos pacientes.

¿Qué le recomendaría a los padres? La especialista insistió en que "estamos en presencia de una epidemia, estamos en presencia de fiebre chikungunya. Por tanto, ante todo paciente pediátrico con fiebre, la primera orientación es asistir al médico. El niño debe ser evaluado por un médico, su médico de familia o un pediatra, porque además de que el primer pensamiento va a ser la posibilidad de una arbovirosis (en este caso chikungunya), hay otras infecciones de la infancia que también se deben diagnosticar precozmente".

Además, dijo, recomendamos cuidar del estado de hidratación. "Son niños que, a pesar de no tener pérdidas por vómitos o diarreas, rechazan los alimentos, no ingieren bien, y la propia infección viral provoca la salida de líquido a un tercer espacio que no es visto por los padres, y que deshidrata con mucha frecuencia a los niños. Ese estado de deshidratación altera el equilibrio ácido-base y, con mayor facilidad, pueden evolucionar a formas graves de la enfermedad".

Por último, agregó: "siempre, siempre, siempre tener todas las medidas de prevención, sobre todo para esos niños menores de 1 año. No se trata de aislar a nuestros niños en la casa, pero sí del uso de mosquiteros, y de no salir en horas específicas del día donde sabemos que el mosquito tiene mayor frecuencia y puede infectar a nuestros niños".

Fases y complicaciones del chikungunya

Durante su intervención en la Mesa Redonda, el doctor Daniel González Rubio, investigador y médico infectólogo del Instituto de Medicina Tropical Pedro Kourí (IPK), ofreció una explicación detallada sobre la evolución clínica del chikungunya y sus riesgos particulares para la población cubana.

El especialista recordó que se trata de “una enfermedad viral que no es cuestión de una semana”, sino de un proceso más prolongado que transita por tres etapas: aguda, posaguda y crónica.

Sobre la fase aguda, señaló que “lo más importante es la fiebre, que muchas veces marca el inicio de la enfermedad”, acompañada de artralgia, rash y otras manifestaciones.

Explicó que en este período se observa “una gran variedad de manifestaciones clínicas” y que en Cuba ya se reportan síntomas similares a los descritos en otros países: afecciones oculares, renales, digestivas, respiratorias, además de alteraciones hematológicas, cardíacas y neurológicas, entre otros.

La diversidad de estos cuadros, apuntó, “depende sobre todo de la respuesta individual de cada persona y muchas veces marca la gravedad de los casos”.

En la fase posaguda predominan “el dolor y la inflamación articular”. De acuerdo con el infectólogo, en esta etapa los pacientes pueden presentar también cansancio significativo, sensación de desmayo y temblores en las manos.

La etapa crónica, afirmó, mantiene como eje principal las manifestaciones articulares, que “incluso pueden incapacitar a las personas para hacer su vida normal”.

González Rubio llamó la atención sobre el impacto del chikungunya en un país con población altamente envejecida. “Tenemos una población muy envejecida, una gran cantidad de personas vulnerables a cualquier infección”, subrayó.

Explicó que muchos pacientes ya están encamados antes de enfermarse, o terminan encamándose debido al chikungunya, situación que “deriva en consecuencias que pueden ser letales”. Además, estos enfermos suelen requerir estadías prolongadas en los servicios hospitalarios.

El especialista insistió en la importancia del diagnóstico clínico, la vigilancia y la atención diferenciada para las personas con mayor riesgo, como parte de los esfuerzos integrales para enfrentar los arbovirus en el país.


Tomado de Cubadebate

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