Cuesta arriba

Quienes tuvimos el privilegio de estar en la Plaza, junto a Fidel, el 1ero de mayo de 2000, escuchamos su discurso atentos. Vivíamos un complejo contexto en el que las amenzas del imperialismo estadounidense se acrecentaban en los inicios del nuevo siglo. Acostumbrados a tiempos difíciles, esperábamos las enseñanzas del Jefe. Al día siguiente, cuando pudimos leer lo que habíamos escuchado en vivo, comprendimos que estábamos ante una definición que recogía años de lucha, tradiciones, e imprescindibles valores morales.
Fidel lo había sintetizado para nosotros, a partir de la experiencia, de la práctica revolucionaria, sin perder la coherencia en su pensamiento y la sensibilidad.
Ideas sobre lo que es la Revolución, el impacto y la trascendencia de su obra, han estado presentes en mensajes, discursos y reflexiones a lo largo de su vida. Una de las más hermosas y contundentes es la que pronunció ante las cámaras de televisión tras el paso del devastador huracán Flora en 1963:
“Pero hay que ver que una revolución es una fuerza más poderosa que la naturaleza. El ciclón y los huracanes y todas esas cosas son una bobería comparado con lo que es una revolución. Una revolución tiene unas fuerzas muy superiores a los fenómenos y a los cataclismos naturales que hay. Una revolución es un cataclismo social; también es el pueblo desbordado una revolución, que lo inunda todo, lo invade todo y también es capaz de arrasar todo lo que se le ponga delante y todos los obstáculos que se le pongan delante. Eso es una revolución.”
La unidad - “la niña de nuestros ojos” como ha expresado el General de Ejército Raúl Castro Ruz- también es otro de los motivos de lucha e indispensable para nuestra independencia, que Fidel cuidó con celo. Lo sabía desde los días de la lucha contra la tiranía de Fulgencio Batista, cuando tuvo que desplegar una delicada labor para unir las fuerzas revolucionarias por un bien común, por encima de intereses grupales o personales. La patria ante todo, como decía Antonio Maceo.
Así también lo reflejó en diferentes momentos de su oratoria o sus escritos, y uno de ellos es cuando, en los inicios de la Revolución triunfante, comparece para informar sobre el funcionamiento de las Organizaciones Revolucionarias Integradas (ORI) y critica las manifestaciones de microfracción. Es en ese instante, cuando expresa que solo nuestros propios errores podrían destruir esta Revolución; una idea que en absoluta coherencia de pensamiento retoma también en otro discurso memorable y que en noviembre tendrá ya 20 años: el del Aula Magna de la Universidad de La Habana. Un discurso que también ha de acompañarnos cotidianamente en la lucha no solo por esa idea, sino por las demás enseñanzas políticas y económicas que contiene.
Cuando en febrero de 1959 tomó posesión como Primer Ministro del Gobierno Revolucionario, dejó muy claro en sus palabras que la guerra había sido una escuela de hombres formidables y que en ella siempre es más fácil identificar la valentía y el desinterés; sin embargo, planteaba, el reto de los revolucionarios después de que esa escuela había terminado, era no perder el impulso ni la pureza, no caer en el burocratismo y mucho menos en errores de principios.
La vida de la Revolución de los humildes, con los humildes y para los humildes depende de nosotros porque en más de una ocasión también Fidel refirió que nos tocaba continuar la obra que ellos habían iniciado. Pero para avanzar en esa lucha, con los comunistas a la vanguardia, es preciso además tener en cuenta otra de sus ideas: la Revolución no ofrece privilegios al revolucionario, porque los privilegios son para los blandos; porque la Revolución y la Patria solo tienen una cosa que ofrecer: sacrificio y lucha.
Por eso el concepto de Revolución es reto y práctica diaria, y desde el 2000 es guía para los combates del siglo XXI, gracias a la visión y la síntesis de Fidel. Quizás, por ser un cuerpo de ideas que señalan futuro a veces nos parezca difícil cumplir cada una de sus líneas y habrá hasta quienes se aferran solamente a una o dos de ellas creyendo que con “cambiar lo que debe ser cambiado” ya están cumpliendo, cuando en realidad es incoherente dejar fuera el altruismo, la modestia, la solidaridad, el internacionalismo, el humanismo y la defensa de los valores” al precio de cualquier sacrificio”.
El contenido ético del concepto de Fidel es vital para mantener nuestra soberanía; seguir luchando por conquistar toda la justicia; y la emancipación con nuestro esfuerzo propio, como mismo planteó en su último discurso público en el año 2016 en el Congreso del Partido, breve pero lleno de ideas esenciales, como la de que “ si se trabaja con fervor y dignidad, se pueden producir los bienes materiales y culturales que los seres humanos necesitan, y debemos luchar sin tregua para obtenerlos”, y además, de que emprenderíamos la marcha y “perfeccionaremos lo que debamos perfeccionar, con lealtad meridiana y la fuerza unida, como Martí, Maceo y Gómez, en marcha indetenible.”
Ese mismo día, Fidel planteó que a todos llegará nuestro turno pero quedarán las ideas de los comunistas cubanos; que constituye un esfuerzo sobrehumano dirigir cualquier pueblo en tiempos de crisis, aunque sin ellos los cambios serían imposibles; y que ser revolucionario es fruto de nuestra propia conciencia.
Ahí radican esencias del heroísmo del pueblo y su Revolución. El mismo pueblo que 25 años después se renueva y, convocado por su Historia y el futuro, no viene a conmemorar el aniversario de un concepto, sino a renovar el juramento de seguir el camino de la Revolución que nos legó Fidel para el nuevo siglo y que firmamos en noviembre de 2016.
Esta Revolución se ha forjado bajo el fuego, ha navegado contra la corriente, y nadie como Fidel fue más crítico de nuestros errores, pero sin hacer concesiones ideológicas ni materiales y mucho menos esperar favores del que sigue siendo nuestro enemigo: el imperialismo yanqui. Por eso hay que marchar siempre cuesta arriba y poner en la cima del Turquino, las veces que sean necesarias, la estrella solitaria.
Por eso lo sigo viendo allí, de verde olivo, en la Plaza, transmitiendo al pueblo su espíritu de lucha que nunca mermó y la certeza de que venceremos, en cualquier circunstancia.
Tomado de Cubadebate