El oprobioso engendro Plattista
A través de la historia Patria se han acumulado suficientes argumentos para demostrar el interés y las mentiras de los gobiernos norteamericanos por intervenir en Cuba, exponiendo cualquier argumento que para ellos se lo justifiquen, aunque a la vista de todos constituya una flagrante violación de las leyes internacionales.
Fue así que entre otros muchos intentos, después de su intervención en 1898 en el que logró disolver los órganos de la República en Armas, el Ejército Libertador y el Partido Revolucionario Cubano (PRC), para lo cual contó con la traición de Estrada Palma, quien sustituyó a José Martí al frente del PRC, también insiste en conseguir la posesión sobre el país condicionando su “independencia”. La Enmienda Plattista, propuesta por el senador republicano Oliver Platt, fue aprobada por el Congreso de Estados Unidos el 2 de marzo de 1902 y sancionada como ley al día siguiente por el Presidente William McKinley, como un sustituto en la práctica a los fracasados intentos de anexar a Cuba al naciente imperio.
Dicha enmienda fue un engendro que atenazaba por el cuello la soberanía de la Isla, lo cual fue reconocido por el propio interventor estadounidense, General Leonardo Wood, quien señaló entonces que: “A Cuba se le ha dejado poca o ninguna independencia (…) y lo único indicado ahora es la anexión”, el gran sueño de Estados Unidos.
La citada Enmienda… provocó de inmediato el rechazo en más de más de 15 mil habaneros que recorrieron las principales calles citadinas, visitaron la Asamblea Constituyente y más tarde marcharon hasta el antiguo Palacio de los Capitanes Generales (actual Museo Histórico de la Ciudad). Allí una comisión de 15 personas visitó al gobernador Leonardo Wood y le entregó una nota para el mandatario norteamericano.
Circuló igualmente en toda Cuba y repartido durante la marcha un llamamiento al pueblo estadounidense, cablegrafiado a los periódicos norteamericanos en demanda de justicia e invocando “la voz de Abraham Lincoln, declarando el respeto a la libertad de los pueblos y el imperio de los derechos de los hombres”. Hubo también voces de mucho prestigio que se opusieron, como los patriotas Juan Gualberto Gómez y Salvador Cisneros Betancourt., quien emitió un voto particular ante la Constituyente, el 15 de marzo, para que la Convención rechazara la Enmienda Platt en el que expresó: “…no se le deja elección a los cubanos para nada, supuesto que tienen que aceptar las conclusiones propuestas…”, ya convertidas en Ley.
El patriota cubano Juan Gualberto Gómez se encargó de redactar la enérgica respuesta de los constituyentes, la cual fue pronunciada en la Sala de la Convención el 26 de marzo de 1901, pero con las tropas yanquis presentes en el suelo cubano y el mar aledaño, la Casa Blanca rechazó durante semanas los esfuerzos de la Convención Constituyente de la Isla para sacudirse la Enmienda o de mermar sus efectos, y emitió una comunicación del Secretario de la Guerra con el argumento de que se trataba de una ley del Congreso, y por tanto había que acatarla tal cual era hasta con sus puntos y comas, la cual finalmente fue aprobada el 2 de junio sin adiciones ni debates, por 16 votos a favor y 11 en contra, la incorporación de la Enmienda Platt a la Constitución de 1901.
La Enmienda elaborada por el Senador Norteamericano Orville H. Platt, se convirtió en un siniestro Apéndice al proyecto de Ley de los Presupuestos del Ejército aprobado por el Congreso de Estados Unidos, e impuesto como parte del texto de la primera Constitución de la República, elaborada por la Asamblea Constituyente de 1901, mediante la cual Cuba seguiría ocupada militarmente, lo cual le aseguraba a Estados Unidos consolidar el control político-económico de la República con un gobierno anexionista presidido por Tomás Estrada Palma (1902-1906), que consideraba a los cubanos incapaces de ser independientes, por lo cual asegura la condición neocolonial.
Para el territorio pinero resulta de gran importancia porque a partir de entonces en los Estados Unidos se estimulaba la anexión del territorio pinero. La actitud de los residentes aquí tampoco se hizo esperar para manifestarse en contra de esa idea. Tan pronto como se conocieron los preceptos de la famosa enmienda, el Alcalde Juan Manuel Sánchez Amat con la firma de 200 pineros le envía una misiva al recién electo presidente de Cuba, Tomás Estrada Palma, donde le expresa: "…el natural y profundo sentimiento que nos causa como buenos pineros, el propósito de querer mermar el territorio de nuestra República, y la intención marcada de querer tratar a esta Isla de Pinos, eminentemente cubana como una cosa eventual, para ser disentida en propiedad (…) ¿Qué leyes, ni qué causas, pueden existir, para así desconocer lo que la historia el derecho de dominio tiene sancionado?…"
La causa radica en que la aplicación del Artículo seis le servía a Estados Unidos para abrir el camino de la anexión a la otrora Isla de Pinos, el cual reflejaba el error geográfico cometido, tanto por España como por los libertadores cubanos, al considerar que Cuba era una isla y no un archipiélago, elemento del que se aprovecharon para disponer que el status de Isla de Pinos sería determinado en un futuro tratado, por lo que se expresa: “Que la Isla de Pinos será omitida de los límites de Cuba propuestos por la Constitución, dejándose para su futuro arreglo por Tratado la propiedad de la misma”, razón que llevó a los cubanos a luchar por su condición de cubana.
Se inició así una gran lucha entre los cubanos nacidos en Isla de Pinos, a los que se unieron los nacidos en otros lugares de Cuba contra el gobierno de Estados Unidos y los colonos norteamericanos asentados en este lugar, la cual duró casi 25 años, hasta que en 1925, con la firma del “Tratado Hay Quesada”, se devuelve a la Isla su cubanísima condición.
También se debe tener presente que el Artículo Siete, obligaba al gobierno cubano a ceder algunas de sus mejores bahías para bases navales del gran vecino y prohibía a la nación firmar tratados y acuerdos económicos internacionales sin supervisión de Estados Unidos, todo para mantener la supuesta “protección del país”, mediante el cual se instaló la Base Naval de Guantánamo, de propiedad norteamericana, la cual se mantiene intacta pese a la oposición del pueblo cubano, y le ha servido al imperio para realizar acciones terroristas, mantener presos ilegalmente ocupando el suelo cubano.
Debe tenerse en cuenta el octavo que textualmente expresaba: “Que, para mayor seguridad en lo futuro, el Gobierno de Cuba insertará las anteriores disposiciones en un Tratado permanente con los Estados Unidos”. De este modo aseguraba el control posterior de forma permanente interfiriendo, controlando y asegurando el dominio neocolonial en la Isla.
Aún hoy la Enmienda Platt nos marca con su estigma, y además de la presencia aún de la Base Naval norteamericana en la Bahía de Guantánamo, persiste entre algunos cubanos de acá y de allá un pensamiento que puede calificarse de plattista, anexionista, pro-imperialista, que se sirve de caldo de cultivo al imperio para canalizar acciones contrarrevolucionarias desde el exterior y en el país, vendiendo su alma por unos pocos dólares, en franca subordinación y dependencia al gobierno imperialista de los Estados Unidos, la mayoría de las veces de forma solapada, pero siempre peligrosas.
La aplicación del Título III de la Ley Helms Burton y las infinitas vueltas de tuerca que le han dado al genocida bloqueo yanqui contra nuestro país por casi 60 años, es comparativamente más retrógrado y lesivo para Cuba de lo que lo fue la Enmienda Platt, pero son muestras fehacientes de la aplicación de medidas y políticas ilegales, extraterritoriales que rompen todos los límites de prepotencia, crueldad y extraterritorialidad en franco interés por dañar al pueblo de Cuba para matarlo por hambre, necesidades y enfermedades en su propósito de destruir la Revolución.
Hace 122 años fue el oprobioso engendro Plattista, fue el ejercicio inicial de una larga historia de dominación, ultraje, penetración, saqueo, imposición, sanciones y arrebato del territorio nacional para beneficio yanqui, en su afán cosmopolita de dominar al mundo, a Latinoamérica y a Cuba, convirtiéndonos en el hueso duro de roer que desde 1959 el pueblo hizo triunfar la Revolución de Liberación Nacional declarada Socialista, “de los humildes, por los humildes y para los humildes”, que entregó al país la verdadera soberanía, decoro nacional e in dependencia haciendo fracasar las ansias de dominación yanqui a través de sus macabras políticas, con la unidad, resistencia y voluntad del pueblo cubano que se resiste a declinar su dignidad y con alta moral y resistencia creativa se mantiene firme y avanza.
Por Sergio I. Rivero Carrasco