La centuria de Yeyé, siempre viva
¿Qué hay delante de la vida,
por detrás de la muerte,
al lado del amor?
Noel Nicola
Ella es Haydee, la mujer que se anticipó a la vida, la carismática y amorosa Yéyé, la “María” combatiente y mujer leyenda de la Revolución, que arriba hoy a su centuria. Ese rostro suave y comunicativo que la acompañó, bonanza y fuerza hecha mujer con el sentir profundo al ver frente a sí los ojos de su amado hermano Abel que prefirió morir antes que traicionar, venció las hullas del tiempo, las múltiples batallas hasta llegar, siempre vital, a esta centuria de viva existencia.
Es esa la Haydee, que pasó los primeros años de su vida en el batey del central Constancia, en el centro de Cuba. De ese lugar salió en 1951, a los 28 años, para consolidarse como combatiente revolucionaria, siguiendo los ideales de su hermano Abel Santamaría que ella compartía plenamente, pero tal vez la reflexión más interesante y completa sea la que hiciera como respuesta a una pregunta que le hicieran sobre Abel, en la que demuestra que su radicalización política comienza con la toma de conciencia sobre la desigualdad que los dos hermanos, desde niños, pudieron conocer de cerca en aquel entorno económico.
Siempre evocaba con orgullo aquella tarde en que Abel llegó a la casa con un nuevo compañero, sin ocultar su alegría por haberlo encontrado: era Fidel. En lo adelante, su existencia pertenecería a la historia de Cuba y del mundo.
La vida mucho la golpeó pero no pudo quebrarla ni cuando recibió el anuncio de aquellas bestias uniformadas de que habían asesinado a su novio, Boris Luis Santa Coloma y les replicó: "Él no está muerto, porque morir por la Patria es vivir", gesto que exaltó Fidel al decir en La Historia me Absolverá: “Nunca fue puesto en un lugar tan alto de heroísmo y dignidad el nombre de la mujer cubana.”
Tampoco flaqueó cuando anunciaron las torturas y asesinato de su Abel, que prefirió morir a ser traidor a sus hermanos de lucha y a la causa revolucionaria, quien expresaría estar orgulloso por ser luchador y buen cubano: “… lo que haremos se sabrá algún día y nuestra voluntad de morir por la Patria será una inspiración para la juventud de Cuba. El ejemplo que daremos y el dolor que causaremos a nuestros padres y otros seres queridos valdrán el sacrificio. ¡Morir por la Patria es vivir!”.
Así asaltó la historia, con las más sólidas convicciones que la acompañaron y estimularon en sus años fecundos; ella sintió que participar en el asalto al cuartel Moncada el 26 de julio de 1953, cambió definitivamente su modo de mirar la vida. La impresión de aquellos instantes nos llega hasta hoy en sus propias palabras: “Hemos conocido cosas como todos los cubanos” (...) Fuimos al Moncada con aquella misma pasión con que hoy vamos a cortar caña, con esa misma pasión con que vemos nuestras escuelas llenas de niñas y niños del campo. Porque cuando fuimos al Moncada, vivíamos todo esto en nuestras mentes. No sabíamos si lo veríamos, pero aquella seguridad de que vendría, la teníamos y por eso íbamos en busca de la vida y no de la muerte (...) nunca he visto resistir con más fortaleza y con tan poca cosa para defenderse.”
“Allí tuvimos momentos en los que al no saber de Fidel queríamos en realidad desaparecer. Estábamos allí con tal seguridad de que si Fidel vivía, vivía el Moncada, que si Fidel vivía, habría muchos Moncada”.
Y Fidel vivió, ella también; sobre todo hubo muchos más Moncadas… ¡Y hubo Revolución! Entonces fue Haydée una mujer audaz, con el don de la inteligencia y la expresividad, que nunca pudo apartar de su corazón ni curar la herida por la pérdida tan lacerante de Abel y de otros valerosos asaltantes al Moncada. La historia de los hermanos Abel y Haydee Santamaría Cuadrado, y la de tantos de sus compañeros de la “Generación del Centenario”, han conmovido profundamente a los cubanos hasta el día de hoy.
Triunfó la Revolución y la Casa de las Américas fue, junto con el ICAIC y la Imprenta Nacional, de las primeras instituciones culturales fundadas por la Revolución cubana. La edificación, que desde el 28 de abril de 1959 la acogió, empezó a funcionar con el nombre de Casa Continental de la Cultura en 1953. Con ese fin había sido adquirida en 1947, por la Asociación de Escritores y Artistas Americanos. Tal asociación existía desde 1934. Nada mejor que conocer por las palabras de Haydee de qué manera se transformó, no el local, sino el concepto de esa “Casa”, desde el primer instante en que ella puso allí sus pies y su cerebro.
Haydee fue creadora y patrocinadora del Movimiento de la Nueva Trova que ahora cumplió medio siglo de existencia y abrazada con la trova tradicional como trova cubana, fue declarada recientemente “Patrimonio Cultural de la Nación”. En esos momentos fundacionales, la Yeyé de los bisoños del arte, logró difundir entonces la obra artística de jóvenes talentos musicales como Silvio Rodríguez y Noel Nicola, Pablo Milanés, entre otros, que portaban una nueva sonoridad y contenido social atemperados a los nuevos tiempos y alejada de las formas tradicionales que se practicaban en Cuba.
Han transcurrido 42 años desde aquel fatídico 28 de julio de 1980 en que Haydee Santamaría, la heroína del Moncada, la Sierra, la clandestinidad y el exilio, la fundadora de la Casa de las Américas, decidió y consiguió poner fin con una bala a “su infinito” y emprendió viaje a la eternidad en el instante y modo elegido. En versos inolvidables y desbordados de humanidad, nuestra poetisa Fina García Marruz dejó para la posteridad ese doloroso acontecimiento en agosto de 1980:
Pónganle a la suicida una hoja en la sien
Una siempreviva en el hueco del cuello.
Cúbranla con flores, como a Ofelia.
Los que la amaron, se han quedado huérfanos
Cúbranla con la ternura de las lágrimas.
Vuélvanse rocío que refresque su duelo.
Y si la piedad de las flores no bastase
Díganle al oído que todo ha sido un sueño.
Ríndanle honores como a una valiente
Que perdió solo su última batalla.
No se quede en su hora inconsolable.
Sus hechos, no vayan al olvido de la hierba.
Que sean recogidos uno a uno,
Allí donde la luz no olvida a sus guerreros”.
Así queremos recordar a Yeyé: ¡Siempre viva!
Texto y fotocomposición: Sergio I. Rivero Carrasco