Las ideas persisten, la batalla continúa.
No imaginó Céspedes al avivar las campanas del ingenio La Damajagua aquel 10 de octubre de 1868 para llamar a sus esclavos a entregarles la libertad y convocarlos a la lucha por la independencia de Cuba frente al imperio español, que 154 años después, la Patria con más de seis décadas de emancipación revolucionaria, se mantenga dignificando esas simientes ideas y multiplicando las batallas frente al bochornoso y genocida bloqueo impuesto por Estados Unidos de Norteamérica, la nación más poderosa del planeta, en contra de la voluntad de la comunidad internacional.
Las ideas y la razón de la lucha fueron bien precisadas por Céspedes a la masa libertaria que lo secundó, coincidente con el pensamiento revolucionario y transformador que preconizaba lo más avanzado de la juventud cubana de entonces, los que lanzaron a viva voz la esperada consigna de “¡Viva Cuba libre!”, que muy pronto se esparció por la manigua en el latir de las huestes mambisas.
Hoy no caben dudas de que el también considerado Padre de la Patria, constituye un símbolo del espíritu emancipador, la dignidad y la rebeldía de un pueblo, que con ese mismo acto trascendental, iniciaba su tránsito por la historia para emprender el enaltecedor camino hacia la formación de una nación, demostrando con el contenido del Manifiesto proclamado por él ese día, que los cubanos tenían plena conciencia del porqué de la lucha al expresar: “Cuando un pueblo llega al extremo de degradación y miseria en que nosotros nos vemos, nadie puede reprobarle que eche mano a las armas para salir de un estado tan lleno de oprobio (…)”.
Llegamos hasta aquí con la gran fortaleza de haber desarrollado una sola Revolución que siempre persiguió transformar la situación existente y lograr con la independencia los beneficios que los cubanos merecían. Varias generaciones se sucedieron liderados por hombres honestos y paradigmáticos de la talla de Ignacio Agramonte, Máximo Gómez, Antonio Maceo y sus hermanos, José Martí, Pablo de la Torriente Brau, Julio Antonio Mella, Rubén Martínez Villena, hasta llegar a Fidel y la generación que emergió en el año del centenario del natalicio del Apóstol y se entregó a salvar la nación dando continuidad a las ideas y objetivos fundacionales que se iniciaron en la manigua redentora aquel 10 de octubre de 1868.
En ocasión del centenario de tan significativo hecho, el más ilustre de los cubanos del Siglo XX y líder indiscutible de la Revolución cubana, en el propio escenario de los hechos, caracterizó la trascendencia del 10 de octubre en la historia patria: “¿Qué significa para nuestro pueblo el 10 de Octubre de 1868? ¿Qué significa para los revolucionarios de nuestra patria esta gloriosa fecha? Significa sencillamente el comienzo de 100 años de lucha, el comienzo de la Revolución en Cuba, porque en Cuba solo ha habido una Revolución: la que comenzó Carlos Manuel de Céspedes el 10 de Octubre de 1868 (…) y que nuestro pueblo lleva adelante en estos instantes”.
Cinco décadas después, en el mismo escenario, el Presidente de la República Miguel Díaz Canel, símbolo de la persistencia de la Revolución como integrante de una generación que se formó en el fragor de la batalla cotidiana acompañando a la generación histórica que la protagonizó, también dejó fundamentadas las razones por las que se ha defendido a este suelo patrio hasta con los dientes cuando ha sido necesario: “Asumamos como nuestras y como firme decisión de continuidad, las palabras de Fidel, aquel 10 de octubre de 1968: Porque este pueblo, igual que ha luchado cien años por su destino, es capaz de luchar otros cien por ese mismo destino (…) Hemos luchado 150 años y seguiremos luchando hasta la victoria siempre”.
Hoy, cuatro años más tarde, coincidiendo con el décimo día del octubre redentor, las ideas persisten y la batalla continúaen todos los escenarios, incluso frente a las adversidades que imponen los eventos meteorológicos que demandan de la más sólida unidad y solidaridad de los cubanos, demostrando el alto compromiso de esta generación de ponderar el valor y la decisión de un pueblo que solo tiene por meta la victoria.
Por Sergio I. Rivero Carrasco