Mi Día de la Victoria es el triunfo de todos
Es Park Kulturi (Parque de la Cultura), 1985, es el Día de la Victoria y a un grupo de estudiantes cubanos que salen a celebrar el más radiante de los días, los conmueve esta señora que con fe inquebrantable, va con la foto de su novio todos los 9 de mayo, durante los últimos 40 años a encontrarse con el amado desaparecido durante la guerra. Esta instantánea más que una foto es un poema, marca el espíritu de un pueblo, de una generación que no se dejó vencer por el fascismo, por el horror, y que se levantó de la muerte. Y lo hizo por todos.

Hay muchas formas de celebrar el Día de la Victoria. Monumentos, esculturas, parques, bailes, desfiles militares, ceremonias de recordación, conciertos, conversatorios, artículos, filmes, libros, poemas. También, desde la memoria y el silencio, la callada flor y la foto de los que ya no están, las lágrimas y la paz, la risa y el abrazo tintineante de los veteranos con sus medallas.
Conmueve el pueblo soviético. El Día de la Victoria no es solo un punto culminante, una hazaña grandiosa de sacrificios inenarrables, no es solo un lecho en el que reposan 27 millones de seres humanos, es un grito de esperanza para toda la humanidad. En el acmé de la Victoria no hay regodeo de venganza sobre el enemigo derrotado. Hay construcción, certezas y justicia que vienen de una revolución socialista.
Cuando se nombra la Gran Guerra Patria, se nombra sin decirlo, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. El ejercito victorioso es todavía el Ejercito Rojo. Los que iban al frente pedían, aquellos que aún no militaban, incorporarse a las filas de los comunistas.
Hoy las aves de rapiña y los cuervos pretenden ocultar y despojar la Victoria y su Día de sus protagonistas principales. Pretenden ignorar lo innegable. Otros minimizan y hasta intentan arrebatar la gloria ajena. No invitan a los verdaderos libertadores de Europa a las celebraciones para intentar humillarlos. Tratan de ningunear a los que salvaron a Alemania de sí misma. Intentan ignorar el símbolo de los que abrieron las puertas de los campos de concentración.
Pero la verdad es demasiado grande para ocultarla. Se alza a través de los pueblos. Jóvenes de todo el mundo, como entonces nosotros en Moscú, salen a las calles a festejar y abrazan la hazaña queriendo ser sus partícipes. Ellos hoy y nosotros entonces de algún modo lo somos.
Muchos pueblos del mundo contribuyeron y se reconocen en la Victoria. Pero un pueblo en especial lo celebra el 9 de mayo. Ante ese pueblo se rindieron las hordas fascistas. Ese pueblo alzó en lo alto del Reichstag la bandera de la hoz y el martillo. Ese pueblo liberó a numerosos pueblos de Europa, detuvo a la bestia nazi y llegó hasta su madriguera. Y celebran el 9 de mayo con legítimo orgullo.

Hoy se suceden numerosos intentos de revivir el nazifacismo en muchas geografías con los mismos consentidores de siempre. El fascismo no es un fenómeno socio político aislado, es el hijo bastardo del capitalismo. Es la apuesta de las élites capitalistas dominantes para intentar su reino de los mil años.
En el abrazo a los veteranos, en los gritos de alegría cuando los compañeros de armas se reencontraban, en la señora que esperaba a su amado, sentíamos crecer la fuerza moral para defender la humanidad. Este Día de la Victoria es el triunfo de todos los días.
Tomado de Cubadebate