El Cristóbal Labra reclama ser iluminado tras 17 años de espera

El 30 de agosto, se cumplieron exactamente 17 años del paso devastador del huracán Gustav por la Isla de la Juventud, un evento que no solo dejó huellas en la infraestructura, sino también en el corazón de la afición pinera. El huracán destruyó dos torres de alumbrado del estadio y dañó otras, truncando el sueño de disfrutar juegos nocturnos de béisbol, justo cuando se había logrado, tras años de espera, reinstalar las luminarias que habían sido retiradas por su deterioro.



Contar con un estadio iluminado no es un lujo, es una necesidad cultural y social. El béisbol, más que un deporte, es parte de la identidad nacional. En la Isla, donde las jornadas laborales son intensas y las opciones de esparcimiento limitadas, los juegos nocturnos representan un oasis: un momento para compartir en familia, para que niños, jóvenes y adultos se reúnan en torno a una pasión común. La falta de alumbrado ha privado a generaciones de esa experiencia. Son 17 años de espera: ¿hasta cuándo?
Es doloroso constatar que, mientras otros estadios del país han sido remodelados y equipados con recursos, algunos bajo el argumento de ser "insignia", la Isla de la Juventud sigue esperando. ¿No es acaso insignia el esfuerzo de una comunidad que, pese a las adversidades, mantiene viva su afición? ¿No merece también un estadio digno, funcional y con luces?
No es justo seguir esperando que los recursos "caigan del cielo". Es hora de pensar en soluciones creativas y sostenibles:
Crear comités comunitarios que impulsen iniciativas de reparación y modernización del estadio, con apoyo técnico y asesoría.
Buscar alianzas con empresas locales o nacionales que puedan aportar materiales, tecnología o financiamiento.
Movilizar a la afición, incluso, hasta la diáspora pinera para contribuir a través de donaciones o eventos benéficos.
Instalar sistemas de iluminación con paneles solares, que reduzcan costos y garanticen sostenibilidad.
La reconstrucción del alumbrado del estadio no debe ser solo una tarea institucional, sino un proyecto de todos. La afición pinera merece volver a vivir la emoción de los juegos nocturnos, merece un espacio digno donde el béisbol vuelva a brillar bajo las estrellas. Que este aniversario del huracán Gustav no sea solo un recuerdo amargo, sino el punto de partida para una nueva etapa de compromiso, creatividad y acción.
Porque 17 años son demasiados. Y porque el béisbol, en la Isla, no se juega solo de día: se sueña de noche.
Texto Frank pupo La Rosa
Fotos Gerardo Mayet /Fotocomposición Redacción Web