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Dragar, dragar y volver a dragar, recurso irrelevante

28 noviembre, 2024
• A veces ocurre que uno mire… sin ver. Mucho depende de la información que se tenga, por eso, al llegar a Batabanó usted muchas veces ha mirado al mar y visto una doble hilera de pilotes que se adentran en este, sin decirle nada. Y, sin embargo, en lo que representan está a lo mejor la solución a uno de nuestros problemas cruciales, la incomunicación marítima.

Quien desconoce la historia, está obligado a repetirla con sus errores o aciertos, aprendiendo otra vez lo ya olvidado.

Surgidero de Batabanó fue, en la costa sur, el puerto más importante del occidente cubano. Y desde 1840 estaba enlazado por ferrocarril con La Habana. Tuvo inclusive cuatro hoteles, dos de primera línea. Todos, así como las viviendas, panaderías y dulcerías, abastecidos por Isla de Pinos, la cual suministraba leña, carbón y también traviesas labradas en madera dura, para puentes y líneas férreas.

Aquellos pilotes incorruptibles que hoy sobresalen a la vista, todavía aprovechables para iguales fines que les llevaron a ese lugar, quizá salieran de los bosques pineros, y tienen de estar allí más de cien años. Sobre ellos corría un entablado, traviesas y una línea de ferrocarril. Los vagones de carga o pasajeros entraban, sobre el mar, hasta donde los esperaba el barco atracado, estuviera o no el mar retirado de la costa a consecuencia de las que ahora denominamos mareas meteorológicas.

Los constructores de aquel tiempo, excelentes ingenieros navales –con solo la fuerza de trabajo esclava–enfrentaron y resolvieron definitivamente los altibajos del mar en Batabanó. Y lo hicieron creando ese largo espigón que –sin mayores conocimientos ni preocupación por la ecología– no interfiere con la conservación de las especies marinas, como sucede con algunos pedraplenes de ahora.

Las fotos del tren sobre este atracadero, tomadas por el fotorreportero norteamericano Sumner Matteson, en 1904, se conservan en el museo histórico de Batabanó. Las he visto, como también las que tomara allí de las goletas esponjeras y sus tripulantes.

Pero el barco atracado es de gran envergadura, puede ser el Cubano, el Nuevo Cubano, el Fomento Pinero (también llamado “Pinero”) o el Protector, entre otros vapores, cualquiera de ellos no una simple goleta. Barcos de pasajeros y carga que calaban tanto o más en las aguas que nuestro actual ferry Perseverancia.

Otros buques de gran calado tuvieron allí su base de operaciones, fueron los navíos de guerra que abastecieron a las tropas españolas a lo largo de la costa sur durante las contiendas de 1868 a 1898, como lo fueran luego sus homólogos norteamericanos.

Muelles o atracaderos similares, también de madera incorruptible, pero muy resistentes y efectivos hemos construido asimismo en las costas pineras. A vuela pluma se me ocurren los de Puerto Francés, hotel Colony o Presidio Modelo, este último muy documentado fotográficamente, con dos grandes barcos atracados a la vez, uno por cada banda.

El de Batabanó jamás necesitó dragado alguno y –sobreviviente de ciclones fuerza cinco, como el de 1926 o el Gustav– está ahí, eternizado, aunque transcurriera más de un siglo. Algo como para tomar muy en cuenta, en la actualidad.


Por Wiltse Javier Peña Hijuelos / Tomado del Periódico Victoria

Foto: Naturaleza Secreta

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