Paco, eterno.

Parece que fue ayer, y ya han pasado 26 años de que nuestro Paco Mir pasó a la inmortalidad, aunque él aquilató ese sello desde la plenitud de su existencia cuando su talento y verbo armaban la vida, soñaban en presente y en futuro, pero sobre todo, se divertían penetrando por la sangre y el aliento de las personas hasta irrigar sus corazones.

Porque Paco era eso, un surtidor del tiempo, de los sentimientos y del amor infinito a la vida. A la vida que se aferró hasta su último aliento venciendo todos sus obstáculos, jugando a los escondidos con las enfermedades y, aunque con bastón en mano y gafas oscuras, nunca dejó de andar y ver el sol, aún en la adversidad, porque siempre encontró el camino, siempre venció la utopía.

De su natal Banes, como las hojas que vuelan por los fuertes vientos frescos llegó a esta tierra hermosa que lo abrazó como a su propio hijo amado por su madre. Aquí enriqueció con amor una familia y hasta una comunidad. Entregó sus letras bien ordenadas pariendo versos, unos acariciadores, otros no tanto, pero ciertos, incuestionables, guapos y certeros. Porque fue eso también Paco, un hombre guapo paradójicamente tierno, que vislumbró la muerte en la vida y viceversa:

“Cuando yo muera

—perdona que no dé fechas como hacen los maestros—

tu rostro no se apartará del mío.

(…) Cuando yo muera

perdona que por primera vez no te acompañe:

estaré muy lejos mirándote detenida –siempre mirándote detenida—

Cuando yo muera

han de ser azules mis vestiduras

el color que escogimos de las aguas y los cielos.

Cuando yo muera, tu rostro no se apartará del mío”.

Han pasado 26 años desde que nos dijo adiós por última vez, nos hemos dado cuenta de que nunca se fue; se quedó junto a nosotros en su obra, con sus acertijos y razones, en las peñas y encuentros en que se lee uno de sus poemas y hasta en el evento multiplicador de talentos que lleva su nombre y le siguen con el verso, y asombrosamente hasta en las profecías, como aquella tan certera que dio luz y fortaleza eterna a su vida:

“Mañana seré árbol, lo estoy avisando

los pájaros harán nido en mis hombros

y en el íntimo follaje crecerá desde la conciencia.

Mañana seré árbol, lo estoy avisando”.

Oda en azul, de Miguel Leoncio Olaechea.


Por Sergio I. Rivero Carrasco

Foto de archivo

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