En Santa Fe, Mongo sigue cantando
Hace un año ya que recibíamos la mala noticia de que Mongo, tranquilo y feliz, se había acostado en su cama, con su sobrero sobre el pecho, para no despertar más.
A pesar de su larga vida, a la que algunos de nosotros seguro no llegaremos; de que hizo en ella casi todo lo que quiso, al menos musicalmente hablando; de que dejó incluso el relevo garantizado para que el sucu suco nunca muera; la noticia no dejó de provocarle a su Santa Fe querida un estado de desamparo porque Mongo era de esos hombres que uno imagina eternos, y que de algún modo sí lo son.
A un año de su partida, seguimos extrañando los ensayos en su terraza que le ponían música a todo el vecindario, su carisma cubanísimo salpicado de galanteo y picaresca, sus 'raspes' cariñosos a cualquiera que intentara pasarse de listo con él, y esas improvisaciones en las que hablaba de lo humano y lo divino, y en las que ya cuando fue perdiendo facultades se quedó con un verso sempiterno y salvador donde Ramón rimaba con corazón.
Y eso era él: un corazón gigante al ritmo del cual latía esta ciudad…y seguirá latiendo en la Casa de Cultura que lleva su nombre y donde no se le deja morir; en las escuelas donde los niños y las niñas aprenden de letras y de números, y también a cantar y a bailar sucu suco; en su grupo que mantiene intacto su legado musical y lo enriquece cada vez, y en el laúd y el sombrero de mármol, erigidos en su nombre en el parque de Santa Fe, y donde el pueblo va a dejarle flores a su Rey.
El legado musical de Mongo Rives sigue vivo
Por: Yuliet Calaña