Felipe Blanco: Personaje real o sólo una leyenda?
PARTE 1
Ya los majases no tienen cueva, Felipe Blanco se las tapó, se las tapó, se las tapó, se las tapó que lo vide yo. Canta así quizás el más conocido sucu suco pinero, pero…existió realmente el polémico personaje o es fruto de la imaginación colectiva en una Isla entonces casi despoblada y con abundantes simientes separatistas?
Sin embargo, los estudiosos de la historia pinera afirman y, con toda razón que fue un personaje real y muy influyente en su tiempo. Pero empecemos por el principio.
De él se dice que era hijo de don Juan Blanco y doña Josefa Hernández, afincados en esta Isla a principios de 1831, cuando recién se estrenaba la colonia Reina Amalia.
Felipe nació tres años después, allá por la finca La Cisterna, donde su familia, al igual que las demás asentadas por estos rumbos, eran pacíficos colonos y a su vez contrabandistas que alternaban con los más bragados piratas del momento.
De Felipe adulto se dice que era hombre alto y de buen ver, con ojos claros y verbo fácil, en una figura delgada y obsequiosa que se ganaba con facilidad el trato con los vecinos. Nada que ver con el sujeto siniestro que imaginamos y que fuera el causante de uno de los crímenes más atroces que recuerda la historia pinera.
Felipe Blanco era hombre hábil para los negocios y esa virtud fue multiplicándole sus propiedades, finca tras finca, hasta llegar a ser el dueño de las mejores tierras de crianza de toda la comarca. Se decía por entonces que cuando llovía en la Isla de Pinos, llovía en tierra de Felipe Blanco.
Un personaje con tan sólido patrimonio era solicitado frecuentemente por sus deudos, tanto para apadrinar un crío como para servir de testigo en un pleito. Así lo atestigua su retorcida firma, tanto en los libros de bautizo de la iglesia parroquial de Nueva Gerona como los legajos que se conservan del Antiguo Juzgado Municipal.
PARTE 2
A Felipe Blanco lo conocía todo el mundo en la entonces casi deshabitada Isla de Pinos. No eran pocos los que le debían favores y todos querían estar a bien con el Buey de Oro local. En primeras nupcias contrajo matrimonio con Manuela González, con la que tuvo siete hijos y luego de enviudar lo hizo con Rafaelita Pantoja, de apenas 16 años.
Tras el fracaso del levantamiento armado del 26 de julio de 1896, algunos de los rebeldes que lograron escapar lo hicieron enrumbando hacia las cuevas del hato La Concepción, en las estribaciones de la Sierras de Las Casas, tierra arrendada por Felipe Blanco.
Por el hato deambulaban las piaras de cerdo, mientras que los fugitivos, sin alimentos disponibles resistieron tres días con sus noches hasta que estragados por la lucha, la incertidumbre y el hambre cometieron el error de salir por un cerdo: Una pieza de escaso valor en una tierra de cría extensiva.
Pero el poderoso Felipe Blanco no simpatizaba con los rebeldes y sin dudar les echó encima la Guardia Civil. Los tres hermanos Pimienta, quienes cumplían pena de deportación en la Isla de Pinos por infidentes, fueron capturados, macheteados sin piedad y mal enterrados allí donde nace el llamado Arroyo de los Muertos, haciendo un macabro honor a ese modesto cauce de agua.
PARTE 3
Se cuenta que los mambises llamaban Majases a sus compañeros de armas que debían ausentarse del campamento por alguna razón y luego demoraban la reincorporación con cualquier pretexto, remoloneando o majaseando para ir postergando el regreso, mientras se ocultaban aquí o allá, en cuevas o sitios apartados..
Luego de que se conociera la fatal delación de Felipe Blanco y el final de los hermanos Pimienta a manos de la soldadesca española, la inspiración popular, encontró allí un asidero poético para castigar al soplón. Fue así que surgió la letra del conocido sucu suco, primero en una versión menos elaborada, típica de los viejos guateques, que denunciaba la villanía del mísero hacendado.
Pero fue el gran Eliseo Grenet, con su conocida sensibilidad musical, quien le dio el toque definitivo que haría al mundo conocer, tanto la sentida historia como el ritmo pinero por excelencia.
Ya los majases no tienen cuevas
Felipe blanco los traicionó,
Los traicionó, los traicionó.
Los traicionó, que lo vide yo.
Quizás el poderoso delator no esperaba un desenlace tan cruento para los perseguidos o no calibró en su momento la fuerte repulsa popular de la que sería objeto, lo cierto es que dos años más tarde, cuando el gobierno colonial fue depuesto en la Isla, tomó las de Villadiego y fue a dar a Batabanó, temiendo un merecido ajuste de cuentas.
PARTE 4
Frente al Juzgado de Batabanó, se instaló el otrora poderoso cacique de la Isla de Pinos Felipe Blanco, buscando seguridad a la sombra de la justicia comprable, pareciéndole que en aquel olvidado pueblito de pescadores estaría más o menos a buen recaudo de los aún deseosos de hacerle pagar la delación y posterior muerte de los jóvenes Pimienta.
Cuentan que en la casa donde escondió su vileza de soplón mandó a borrar el número que la identificaba y en su lugar apenas grabó sus iniciales FB, como si con ello y manteniendo un bajísimo perfil social, podría lograr que se olvidaran de él y de su pérfido aval, quienes reclamaban justicia por su culpa de sangre.
Y así vivió sus últimos años quien fuera amo y señor de una buena parte de la Isla de Pinos, ocultándose, queriendo ser olvidado por todos, temeroso a pesar de su dinero, en una vida de sobresaltos y malos augurios, encerrado en condena auto impuesta…. Pero su agonía fue larga y tormentosa, acusando por los fantasmas del pasado, y los peligros del presente.
Para su mal el médico de cabecera le recetó baños medicinales y aire pinero en los balnearios de Santa Fe como el remedio infalible. Parecía una postrera broma macabra de su destino. Pero Felipe Blanco se dejó convencer de estar ya bien olvidado.
Y así, como lánguida mortaja, regresó esperanzado a su Isla, para morir apenas llegar. Tenía 87 años.
Por: Linet Gordillo Guillama
Foto: Tomada de la red