octubre 7, 2024 ¿Quienes somos?

La leyenda del estero de Simeón.

La Isla de Pinos, relegada y olvidada por el poder colonial español, ignorada más allá de sus intereses anexionistas por los Estados Unidos durante la etapa republicana y desconocida durante gran parte de su historia, fue excelente caldo de cultivo para mitos y leyendas que todavía viven en el imaginario popular.

A ello ha contribuido  la novelesca historia de corsarios y piratas, de sus tesoros escondidos; lo extenso de sus bosques, los escasos habitantes y las grandes distancias entre los poblados y caseríos hasta la segunda mitad del siglo pasado.

Una de las leyendas más singulares en la tradición oral de los habitantes del sur de la Isla es, sin duda alguna, la del estero de Simeón, un entrante de mar semi pantanoso donde los ancianos de la zona aseguran que con frecuencia se escucha allí un grito diabólico.

Esa historia es bien conocida entre los caimaneros del sur, pues muchas familias procedentes de las Islas Caiman se asentaron en las costas  Este y meridional de esta ínsula desde finales de la centuria decimonónica.

El caso es que, según se cuenta, caminantes y pescadores que se acercaron al lugar huyeron despavoridos al escuchar un grito infernal que no procedía de garganta humana ni de animal alguno. Dicen que hacía poner los pelos de punta del más pinto de la paloma y que bragados hombres de monte y de mar quedaron aterrorizados al escucharlo, tomando las de Villadiego y jurando no volver a poner jamás un pie en el lugar.

La mayor certeza de esa historia está en las huellas del camino.

El estero de Simeón está a medio camino entre Cabo Pepe y Playa Blanca. Durante la época de sequía, cuando los pastos escaseaban en el sur, los caimaneros asentados en el poblado de Jacksonville arreaban sus reses hasta las inmediaciones de Punta del Este, donde la posibilidad del alimento vegetal para el ganado era mayor. La caminata se extendía por varios días, haciendo campamentos para pasar las noches.

El camino pasaba muy cerca del estero de Simeón y parece ser que el grito infernal sorprendió varias veces a los ganaderos, con la consecuencia de tener que añadir dos o tres días más a la caminata para reunir al ganado que, al igual que los hombres, habían corrido horrorizados a través del monte.

Para alejarse del estero de Simeón y de su horripilante grito, los ganaderos abrieron un nuevo camino en el monte que, si bien añadía otros siete kilómetros a su larga caminata, al menos los alejaba lo suficiente del estero maldito.

Aún hoy puede apreciarse el punto donde confluyen el viejo camino y la nueva trocha abierta en la vegetación del litoral como testigo de primera mano del temor que infundía el grito misterioso que hasta hoy nadie ha podido explicar, dando paso a una leyenda nacida en uno de los sitios más apartados, ignotos y poco explorados de la geografía pinera.


Por Linet Gordillo Guillama

Fotos tomadas de la red

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