octubre 8, 2024 ¿Quienes somos?

Las celdas no pudieron encerrar las ideas

"La justicia es aquella que va al fondo de
las cosas, no a las formas".
Fidel

La historia de los 22 meses que guardaron prisión los combatientes del Moncada, en la entonces Isla de Pinos y su liberación el 15 de mayo de 1955, constituye un ejemplo de la fuerza de las ideas y del espíritu de lucha que no pudieron ser encerrados por los barrotes de ese monstruo devorador de seres humanos que fue el Presidio Modelo, tal como lo mal llamaron desde la época de Machado.

El presidio fue para los jóvenes de la Generación del Centenario liderados por Fidel Castro, a pesar de los rigores impuestos por los carceleros y el régimen, una etapa de intensa preparación y organización para continuar el combate. Prueba de lo anterior fue la creación, durante el forzoso cautiverio, de la Academia Ideológica “Abel Santamaría” y la biblioteca “Raúl Gómez García”, exponentes de que la estrategia de los Moncadistas en la prisión no era de descanso, por lo que no se podía perder tiempo y había que aprovecharlo en la preparación política, cultural e ideológica, con el objetivo de estar más aptos en el momento que salieran de la cárcel para continuar la lucha.

Muy importante y que dio muestras de la entereza del grupo, fue el hecho ocurrido el 12 de febrero de 1954, cuando en ocasión de una visita del tirano Fulgencio Batista al penal para la inauguración de la nueva planta eléctrica, ubicada cerca del hospital donde eran confinados, los Moncadistas se agruparon en la ventana más cercana para alzar sus voces y entonaron por primera vez la Marcha del 26 de Julio, como expresión del espíritu de lucha mantenido allí por ellos.

Posterior al hecho, como presión sicológica, Fidel fue aislado para la celda que estaba justo al frente de la funeraria del penal, y en la soledad de su celda, se empeñó en reconstruir el alegato de autodefensa en el juicio y lo escribió en secreto con zumo de limón entre líneas de los libros, el cual sorteando múltiples peligros fue sacado, reproducido y distribuido clandestinamente bajo el título “la Historia me Absolverá”, el cual desempeñaría un invalorable papel en la formación de una conciencia en el pueblo acerca de la necesidad de luchar y en fijar los objetivos programáticos de la Revolución.

A la vez que sucedían estos acontecimientos, se libraba una tenaz batalla por lograr su excarcelación a través de una amnistía del gobierno; batalla que se inició por los familiares de los combatientes y se extendió a todo el país formándose comités pro-amnistía lo cual multiplicó la demanda en muy breve tiempo, y el crecimiento progresivo de la opinión pública incentivó la presión al gobierno de Batista a buscar soluciones para lograrla. 

Por la presión popular al convertirse la excarcelación en una demanda y batalla del pueblo cubano, no demoraron en lanzar una especie de posible indulto, pero solo para los Moncadistas. Ante esa disyuntiva injusta propuesta, Fidel descubrió la maniobra divisionista y le salió al paso, a lo que respondería que solo aceptarían la amnistía si eran incluidos todos los presos políticos.

La movilización popular fue decisiva por la presión popular que ejerció al gobierno, y la Ley de Amnistía, la número 113, primera dictada en 53 años de República, fue aprobada el dos de mayo de 1955 por la Cámara de Representantes, sentenciada el tres por el Senado, y firmada por el dictador Batista el día seis; ya el día 15 de mayo, alrededor de las 11 de mañana, después de una tensa espera de los familiares y pobladores de la otrora Isla de Pinos reunidos frente a la entrada del penal, vieron salir a los primeros combatientes y después a Fidel, Raúl, Díaz Cartaya y Almeida, entre otros.

Se iniciaba en ese momento una nueva etapa de lucha cumpliendo exactamente la proclama de Fidel el mismo día de la salida, todavía sin abandonar la Isla, cuando ofreció una conferencia de prensa en el hotel “Isla de Pinos” junto a Jesús Montané, en la que adelantó el futuro inmediato: "...nuestra libertad no será de fiesta o de descanso, sino de lucha y de deber."

Ese fue el Presidio donde se pensaban encerrar las ideas, pero se equivocaron, estuvieron más presentes y fortalecidas que nunca. Las ideas enraizadas durante la fecunda prisión en la Academia Abel Santamaría, sirvieron de pedestal para fortalecer los principios y elaborar la estrategia de lucha que se haría realidad en la etapa final de la guerra y durante el triunfo revolucionario.

Las ideas traspasaron las rejas del Presidio, fueron abrazadas por los jóvenes más revolucionarios e intrépidos de la época, los que no dejaron morir al Apóstol en el año del centenario de su natalicio y lo tomaron como paradigma de lucha para la definitiva liberación, primero desde el exilio, después regresaron en el Granma para continuar la batalla en la Sierra Maestra, el llano y en toda la nación, hasta que el Primero de Enero de 1959 se produjo la Gran Victoria. Batista era derrotado y Cuba era libre.

¡Las celdas de Presidio NO pudieron encerrar las ideas!


Por: Sergio I. Rivero Carrasco

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