¿Quién era Felipe Blanco?
Contaban por estos rumbos que cuando llovía en Isla de Pinos, llovía en tierras de Felipe Blanco. Así de extensas eran sus propiedades. A las grandes extensiones de terreno se sumaban las incontables cabezas de ganado vacuno y porcino que apacentaban sus capataces en la enorme heredad.
Se cuenta del tal Felipe que era alto y enjuto, con unos vivaces ojos azules profundos y elocuentes. Era un tipo popular. De ello da fe las numerosas actas en los libros bautismales de su época, atesorado en la iglesia parroquial de Nueva Gerona, en la aparece como padrino de decenas de criaturas. ! Y cómo no querer tener como compadre a un sujeto tan solvente y bien relacionado como Felipe Blanco!
Casado en segundas nupcias con una joven a la que superaba en más de dos décadas, sin apuros económicos, bien llevado con las autoridades coloniales y con toda una pléyade de serviles personajes que se disputaban el honor de contar entre sus allegados a tan distinguido personaje.
Pero la buena estrella de Felipe Blanco cambió tras el levantamiento del 26 de Julio de 1896 en la Isla de Pinos.
Con el fracaso del levantamiento algunos sobrevivientes se ocultaron en las cuevas del hato La Concepción, Propiedad de Felipe. Entre ellos los tres hermanos Pimienta. En las necesarias incursiones fuera del escondite para asegurarse la pitanza, fueron descubiertos por los peones de la finca, quienes avisaron al dueño.
Felipe Blanco tuvo opciones para proceder, pero escogió la delación. Y con ella el desprecio de una parte significativa de la población pinera. Dejó ser el amigo que muchos querían tener, ya no lo invitaban a los convites y el estigma de delator se clavó en él como un cartel en su frente. La vida en la Isla de Pinos se le hizo imposible ante el rechazo nada disimulado de sus conocidos.
Ante el odio evidente de sus coterráneos y temiendo por su vida, dejó aquí sus muchas propiedades y puso mar de por medio. Se instaló en Batabanó, en una casa modesta que tenía por toda seña las iniciales de su ocupante, quien por años mantuvo allí muy bajo perfil, temeroso tal vez de que la larga mano de la justicia terrenal lo alcanzara en algún momento.
Ya viejo y achacoso, con más de 80 años cumplidos y la salud resentida, pidió regresar para morir en la Isla de Pinos. Pasó tiempo intentando reponerse de sus males en las aguas curativas de Santa Fe.
Pero finalmente, la pelona puso fin a su vida miserable, después de que una vil decisión lo convirtiera en el hombre más despreciado de la Isla de Pinos.
Por Linet Gordillo Guillama
Foto: Tomada de la red