“Un engendro Plattista que empañó la Consitución”
Después de que Estados Unidos se había servido la mesa con Cuba al inmiscuirse en la guerra Hispano-Cubana en 1898, en la que logró disolver los órganos de la República en Armas, el Ejército Libertador y el Partido Revolucionario Cubano (PRC), para lo cual contó con la traición de Estrada Palma, quien sustituyó a José Martí al frente del PRC, también insiste en conseguir la posesión sobre el país condicionando su “independencia”. Ya tenía en sus manos un documento que reduciría a cero las reales libertades del pueblo cubano al concluir la conflagración y declararse la nueva república. Es ahí cuando aprovecha e impone un apéndice al texto de la carta magna de 1901, que se conoce como “EnmiendaPlatt”.
Fue ese engendro como una droga para envilecer a los cubanos y devorar a los cubanos, uno de los elementos que caracterizó e identificó la política y relaciones de Estados Unidos con Cuba a través del siglo XX y recrudecida en el XXI, lo que demuestra el interés y las mentiras de los gobiernos norteamericanos por intervenir en Cuba, exponiendo cualquier argumento que para ello que se lo justifiquen, aunque a la vista de todos constituya una flagrante violación de las leyes internacionales.
Es el 2 de marzo de 1902 cuando esa Enmienda Plattista, propuesta por el senador republicano Oliver Platt, fue aprobada por el Congreso de Estados Unidos y sancionada como ley al día siguiente por el Presidente William McKinley, como un sustituto en la práctica a los fracasados intentos de anexar a Cuba al naciente imperio.
Como bien se ha explicado esta enmienda fue un engendro que atenazaba por el cuello la soberanía de Cuba, lo cual fue reconocido irónicamente por el propio interventor estadounidense, General Leonardo Wood, al señalar en esos momentos que: “A Cuba se le ha dejado poca o ninguna independencia (…) y lo único indicado ahora es la anexión”, el gran sueño de Estados Unidos.
La enmienda no fue aceptada por el pueblo cubano, provocó de inmediato el rechazo en más de más de 15 mil habaneros que recorrieron las principales calles de la ciudad, visitaron la Asamblea Constituyente y más tarde marcharon hasta el antiguo Palacio de los Capitanes Generales (actual Museo Histórico de la Ciudad). Allí una comisión de 15 personas visitó al gobernador Leonardo Wood y le entregó una nota para el mandatario norteamericano.
Circuló igualmente en toda Cuba y repartido durante la marcha un llamamiento al pueblo estadounidense, cablegrafiado a los periódicos norteamericanos en demanda de justicia e invocando “la voz de Abraham Lincoln, declarando el respeto a la libertad de los pueblos y el imperio de los derechos de los hombres”. Hubo también voces de mucho prestigio que se opusieron, como los patriotas Juan Gualberto Gómez y Salvador Cisneros Betancourt., quien emitió un voto particular ante la Constituyente, el 15 de marzo, para que la Convención rechazara la Enmienda Platt en el que expresó: “…no se le deja elección a los cubanos para nada, supuesto que tienen que aceptar las conclusiones propuestas…”, ya convertidas en Ley.
El patriota cubano Juan Gualberto Gómez se encargó de redactar la enérgica respuesta de los constituyentes, la cual fue pronunciada en la Sala de la Convención el 26 de marzo de 1901, pero con las tropas yanquis presentes en el suelo cubano y el mar aledaño, la Casa Blanca rechazó durante semanas los esfuerzos de la Convención Constituyente de la Isla para sacudirse la Enmienda o de mermar sus efectos, y emitió una comunicación del Secretario de la Guerra con el argumento de que se trataba de una ley del Congreso, y por tanto había que acatarla tal cual era hasta con sus puntos y comas, la cual finalmente fue aprobada el 2 de junio sin adiciones ni debates, por 16 votos a favor y 11 en contra, la incorporación de la Enmienda Platt a la Constitución de 1901.
La actitud de los residentes en la otrora Isla de Pinos tampoco se hizo esperar para manifestarse en contra de esa idea. Tan pronto como se conocieron los preceptos de la famosa enmienda, el Alcalde Juan Manuel Sánchez Amat con la firma de 200 pineros le envía una misiva al recién electo presidente de Cuba, Tomás Estrada Palma, donde le expresa: "…el natural y profundo sentimiento que nos causa como buenos pineros, el propósito de querer mermar el territorio de nuestra República, y la intención marcada de querer tratar a esta Isla de Pinos, eminentemente cubana como una cosa eventual, para ser disentida en propiedad (…) ¿Qué leyes, ni qué causas, pueden existir, para así desconocer lo que la historia el derecho de dominio tiene sancionado?…"
La causa radica en que la aplicación del Artículo seis le servía a Estados Unidos para abrir el camino de la anexión a la otrora Isla de Pinos, el cual reflejaba el error geográfico cometido, tanto por España como por los libertadores cubanos, al considerar que Cuba era una isla y no un archipiélago, elemento del que se aprovecharon para disponer que el status de Isla de Pinos sería determinado en un futuro tratado, por lo que se expresa: “Que la Isla de Pinos será omitida de los límites de Cuba propuestos por la Constitución, dejándose para su futuro arreglo por Tratado la propiedad de la misma”, razón que llevó a los cubanos a luchar por su condición de cubana.
Se inició así una gran lucha entre los cubanos nacidos en Isla de Pinos, a los que se unieron los nacidos en otros lugares de Cuba contra el gobierno de Estados Unidos y los colonos norteamericanos asentados en este lugar, la cual duró casi 25 años, hasta que en 1925, con la firma del “Tratado Hay Quesada”, se devuelve a la Isla su cubanísima condición.
Aún hoy la Enmienda Platt nos marca con su huella, y además de la presencia aún de la Base Naval norteamericana en la Bahía de Guantánamo, persiste entre algunos cubanos de acá y de allá un pensamiento que puede calificarse de plattista, anexionista, pro-imperialista, que ha servido al gobierno imperialista de Estados Unidos a pretender empeños mayores de destruir la Revolución y utilizar a la contrarrevolución interna y externa Como caldo de vendiendo su alma por unos pocos dólares.
Pero llevamos 65 años con las botas puestas y el pie sobre el estribo, desafiando a 13 presidentes norteamericanos, para los que nos hemos convertido en un hueso atravesado en su propia garganta.
Cuba, el oprobio de la Enmienda Platt
Por Sergio I. Rivero Carrasco