Un símbolo pinero
La cotorra es, desde hace mucho, el ave con la que se identifica la Isla, por lo que ha devenido todo un símbolo en esta parte del archipiélago, si bien no es el único sitio del país donde se le puede encontrar.
Ha habitado por centurias en nuestra ínsula, que en su tiempo fuera conocida como la Isla de las Cotorras. Sus predios naturales son los palmares, bosques de pino, manglares y lugares donde crecen árboles frutales
Para anidar busca los árboles, anteriormente horadados por pájaros carpinteros, aunque prefiere las palmas barrigonas o reales, donde construye sus propios nidos, y allí deposita entre uno y tres huevos, a los que prodiga esmerada atención.
Su vistoso plumaje y su característica algarabía constituyen un regalo de la naturaleza a la campiña pinera.
Cierto que esta traviesa y parlanchina plumada es una mascota muy especial cuando se tiene en casa, pero su lugar no es entre los humanos, sino en la libertad de la floresta y en todos los sitios donde habita se realizan acciones de protección y vigilancia medio ambiental para la conservación de esta especie, endémica de Cuba y en peligro de extinción.
Los especialistas son del criterio que el principal depredador de la cotorra es el hombre, quien modifica el medio ambiente y practica con interés de lucro la caza furtiva. Es por ello que esta especie cuenta con protección legal en el país, que establece su veda permanente y prohíbe y sanciona su caza y venta.
Las iniciativas científicas en aras de preservar y multiplicar esta ave singular, se concretan en la siembra de árboles frutales que favorecen su alimentación y en garantizar la protección de los sitios donde anida.
Actualmente, los refugios más seguros en la Isla, donde se refuerza la vigilancia por parte del cuerpo de guardabosques enfocados en lucha contra los cazadores, son las áreas protegidas Los Indios, La Cañada y la Ciénaga de Lanier.
Es todo un privilegio observar esas atractivas aves endémicas en las zonas donde habitan y para beneficios de todos dejemos que continúen libres, llenando de colorido y alegrando con su bullicio los campos pineros.
Por: Linet Gordillo