Y en eso asumió Fidel
Había trascurrido solo seis semanas después del triunfo revolucionario, pero la naciente revolución apetecida desde antes por Estados Unidos, recibía todo tipo de agresiones y las fuerzas reaccionarias fomentaban la desunión y alentaban el fomento de disturbios, tanto con la agudización de las contradicciones internas en el gobierno como en la propia sociedad, a la que muchas veces no se les daba la adecuada respuesta a sus inquietudes.
Por otro lado, el Gobierno de Estados Unidos, las agencias de prensa norteamericanas, la burguesía nacional, los asesinos, especuladores, chivatos y politiqueros del pasado régimen, conjuraron una campaña que impidiera el avance revolucionario, pero la decisión de la Revolución y su pueblo era continuar avanzando frente a cualquier acontecimiento.
En esas circunstancias la crisis interna en el Gobierno Revolucionario se intensificaba sin que se vislumbrara una solución, por lo que se necesitaba contar con una dirección de verdadero prestigio, liderazgo y arraigo popular. Esas fueron las razones por las que el 12 de febrero de 1959 el ala más revolucionaria del Consejo de Ministros, llega a la conclusión de que Fidel Castro, por la aceptación que tiene en las masas y entre los propios líderes revolucionarios que lo seguían, era la figura indicada para hacerse cargo del gobierno, como Primer Ministro, convencidos de que por su prestigio y autoridad moral ante el pueblo cubano sería la persona indicada para tomar las riendas de la nación.
¡Y en eso asumió Fidel! Es entonces que cuatro días después, el 16 de febrero de 1959 cuando él toma posesión del cargo de Primer Ministro del Gobierno Revolucionario, histórico acontecimiento que marcó el inicio del proceso de consolidación y desarrollo de la naciente Revolución, que desde esos días comenzó a adoptar medidas en beneficio popular e intensificó la labor de agitación y efervescencia política patriótica y contra el imperialismo y sus lacayos.
Trasciende en la historia las concepciones expresadas por Fidel acerca de lo que significa ser un verdadero revolucionario en la asunción a cargos de dirección en la Revolución con una altísima e inestimable responsabilidad para ese presente y futuro de la nación; conceptos que aplicaría en lo adelante como parte de su actuar cotidiano como ciudadano, revolucionario y líder hasta su último aliento de vida porque consideraba, “los cargos, como cargos, no me importan; los honores, como honores, no me importan. Aquí, desde esta posición sigo siendo el mismo ciudadano, que he sido siempre”.
Estaba convencido de que “los hombres que sirven al Estado tienen que hacerlo por vocación, para que la administración del Estado, que es la del pueblo; para que el Estado que representa los intereses del pueblo, funcione mejor que cualquier otro tipo de institución.”
Y puntualizaba: “De cuantas tareas he tenido que realizar en mi vida, ninguna considero tan difícil como esta, ninguna considero tan preñada de obstáculos, ninguna considero tan dura de llevar adelante, porque estoy consciente de todas las dificultades, estoy muy consciente de todos los obstáculos”.
Como siempre, el líder de la Revolución desbordó toda la sencillez y firmeza de principios que caracterizaron su vida, lo cual evidenció cuando aseguró que “la Revolución tenía obstáculos delante y que no podría hacer las cosas a la perfección”, e insistía en que “…lo que no hará jamás la Revolución es contemporizar con una negación de los principios por los cuales hemos estado luchando y el pueblo es quien debe ayudarnos señalándonos, aportando pruebas de aquellas cosas que a su juicio constituyan una violación del principio revolucionario…”
Y en esa ocasión histórica en que asumió Fidel, nos dejó una gran enseñanza que trasciende hasta nuestros días, preñados de dificultades y duro batallar para alcanzar los objetivos emprendidos, para enfrentar y vencer todas las fuertes problemáticas internas de todo tipo junto al bloqueo genocida, y a la vez, continuar avanzando con una fuerte resistencia creativa, como diríamos ahora: “…tenemos que sudar mucho la camisa luchando y que no solamente hay que tener eso presente, sino que hay que estar siempre alerta y no dejar que el entusiasmo muera porque esa obra grande que se ha impuesto el pueblo de Cuba no es obra de pueblos mezquinos, sino de pueblo grande como el nuestro.”
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Texto: Sergio I. Rivero Carrasco