febrero 17, 2025 ¿Quienes somos?

Fue como soñar a Cuba en un alegato

Esa era la idea que se percibía mientras Fidel, verbo ardiente y cortante lanzaba al aire sus muy bien coordinadas idas de denuncia al régimen y conformación de la idea de qué sería Cuba, la idea de un programa que debía cumplirse en bien del pueblo cubano, que por más de un siglo sufría de la ignominia, la explotación y el despojo.

Desde el primer momento Fidel se declaró jefe del movimiento y de los asaltantes a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, en Bayamo, los que se conocerían posteriormente como la Generación del Centenario, en la pequeña sala atiborrada por militares con bayoneta calada, y en la que se prohibió la entrada de fotógrafos y público.

Fue La historia me absolverá, el alegato que convirtió al acusado en acusador, y Fidel exigió que, en su condición de abogado, se admitiera su propia defensa, a lo que el Tribunal tuvo que acceder, pues antes a políticos de oposición no les fue negado ese derecho, aunque primeramente tendría que responder las preguntas del Fiscal y magistrados, luego de escuchar los cargos contra él.

Pero Fidel tenía como única guía en sus manos un pequeño Código de Defensa Social de bolsillo y en su ánimo la disposición de sustentar los anhelados sueños de su generación.

Entró como como lo que era y se declaró ante todos: el líder de aquel grupo de jóvenes que habían tenido la osadía de asaltar el cuartel Moncada, la segunda fortaleza militar del país, contra quienes desde el lunes 21 de septiembre se seguía en el Palacio de Justicia de Santiago de Cuba la Causa 37.

Como principal encartado, el joven Fidel fue estuvo presente en las dos sesiones iniciales del juicio, quien desde el primer día dejó claro que no permitiría ninguna arbitrariedad. Entró en la sala con los brazos cruzados en alto y diciendo: “No se puede juzgar a un hombre esposado”. Luego, anunció que como abogado haría uso de su derecho a la autodefensa. Desde ese rol, interrogó a sus compañeros y también a uniformados, peritos y testigos. Lo ejerció de verdad y con todo derecho.

Ante la ráfaga de verdades expuestas por Fidel, los representantes de la tiranía se conmocionaron, y el miedo floreció en ellos ofreciendo como respuesta la retirada de la sala de Fidel se dice que hasta hubo una orden de asesinato si era necesario, aplicándole la Ley de Fuga.

Como ya es conocido, ante esa situación, el crimen no no se pudo materializar, y para ello se decidió que un médico certificara que el acusado Fidel Castro se encontraba enfermo y no podía concurrir a las sesiones siguientes, lo que fue desmentido con una carta presentada ante el Tribunal por Melba Hernández. Es por eso que el 16 de octubre de 1953, casi en secreto, fue llevado a la salita de enfermeras del hospital civil Saturnino Lora, para realizar la sesión final del juicio.

Soldados con fusiles y bayonetas caladas poblaban la sala y un contingente armado custodiaba las afueras. Entre atuendos propios del lugar durante dos horas, el verbo cortante y viril, y la hondura de pensamiento de Fidel, como era acostumbrado, con serenidad y coherencia, definieron el alcance de la Revolución que había emprendido y legaron para la posteridad, más que un alegato de autodefensa, un programa de lucha que el mundo conocería luego, y hasta nuestros días, como La Historia me Absolverá.

Sin importarle la sentencia que se le pudiera aplicar, Fidel se convirtió de acusado en acusador, y denunció con gran energía y veracidad las mentiras y los crímenes de la soldadesca contra sus compañeros asesinados; puso al desnudo la inconstitucionalidad del Gobierno batistiano y argumentó el derecho del pueblo a rebelarse contra ese oprobio.

Entonces habló, con toda claridad y sin miedo, en nombre del pueblo, y en ese sentido sentenció: “Entendemos por pueblo, la gran masa irredenta (…) que anhela una patria mejor y más digna y más justa; (…) la que ansía grandes y sabias transformaciones en todos los órdenes y está dispuesta a dar para lograrlo, (…) hasta la última gota de sangre”.

A ese pueblo, precisó: “(…) no le íbamos a decir: Te vamos a dar, sino: ¡Aquí tienes, lucha con todas tus fuerzas para que sean tuyas la libertad y la felicidad…”, dijo, y definió el camino de la Revolución como una promesa de realización colectiva que se extiende hasta nuestros días. Es cierto, que La Historia me Absolverá, fue como soñar a Cuba en un alegato.

¿Cómo Fidel Castro vivió el juicio por el asalto del Moncada?

Tomada de la red
Redacción Web. (Con información de JR.)

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