Nobeles afortunados con ejemplo de grandes

Con entrega silenciosa y compromiso diario, dos pilares del béisbol pinero forjan el camino de las nuevas generaciones
En tiempos donde los gestos simples se transforman en símbolos de grandeza, dos figuras emblemáticas del béisbol cubano han vuelto a dar una lección que no se aprende en los terrenos de juego, sino en el alma de las personas.
Michel Enríquez Tamayo, conocido como el “Super 12” de la pelota cubana, medallista olímpico y mundial, ícono de los equipos pineros y de Cuba, junto a Armando Johnson Saldívar, director de selecciones y formador de generaciones, han unido sus manos literalmente para embellecer el estadio Cristóbal Labra, hogar de los Piratas de la Isla.

No se trata de una ceremonia ni de una campaña publicitaria. Con brocha en mano y voluntad firme, estos dos caballeros del deporte han dedicado tiempo y energía a pintar muros, restaurar espacios y devolverle vida al templo donde tantas veces hicieron vibrar a su pueblo.
Actúan sin cámaras, sin discursos, sin afán de lucimiento. Lo hacen con profundo altruismo.
La relación entre Michel y Johnson trasciende el deporte. Como padre e hijo en espíritu, comparten una pasión que los une desde hace décadas: el béisbol como escuela de valores. El respeto mutuo, la empatía y la sencillez que los define los han convertido en referentes no solo para los aficionados, sino para toda la Isla de la Juventud.

En una época donde el ego suele opacar el mérito, gestos como el suyo los hace brillar con luz propia. Son testimonio vivo de que la verdadera grandeza no se mide en medallas, sino en acciones. Su entrega al embellecimiento del estadio es un acto de amor por su tierra, su gente y el deporte que los formó.
Este gesto, modesto pero profundo, merece el reconocimiento colectivo. Que sirva de inspiración para las presentes y futuras generaciones, para que comprendan que el respeto, la humildad y el compromiso son los verdaderos trofeos que se llevan en el alma.
Porque el heroísmo auténtico no siempre se mide por las victorias, sino por la capacidad de cultivar valores.
¡Gracias, Michel y Mandy!

En el corazón del diamante queda una huella imborrable, forjada con entrega, generosidad y pasión.
Los fieles conservamos ese legado en lo más profundo del alma, agradecidos por tan noble ejemplo.
Texto y fotos Frank Pupo La Rosa