Pablo y ese amor para vivir
No te has ido, Pablo. ¿Quién ha dicho semejante desatino? Es amplio el espacio en que sí estás. Nadie cometa el error de decir que has dejado de habitarnos, repito. Tú no abandonas y, aunque el llanto es amargo, cantas y con tu voz la música se hace verso y se afinca en lo más profundo de un país.
No exagero, Milanés: Cuba entera lleva tu voz en los oídos. Noviembre se ha vuelto triste y, a la vez, ha esparcido tu canto como un eco, de garganta a garganta, de pueblo en pueblo, de casa en casa. Ya nadie pregunta “¿te quedarás?” porque la gente ha entendido que la respuesta de un jamás no es cierta, que no te has ido, que siempre estás.
No vale nada la vida, Pablo Milanés. Es cierto. Pero también es verdad que Cuba sigue pensando en ti, que pisarás las calles nuevamente, que llenarás el espacio con tu luz y que mi dolor no es menos. Yo me quedo con todas esas cosas, como se han quedado tus canciones levitando en el alma de esta nación. “Se hizo la canción que se había perdido”. ¿A dónde has llevado “los días de gloria”?
Cuba te llora y canta, Pablo querido. Y se reunirá hoy, mañana o cualquier día a ponerle música a tu guitarra, en una esquina, en un parque, porque la muerte es mentira y quiere jodernos el recuerdo. Ingenua y cobarde, la muerte pretende que nos gane el olvido. Pero hay hombres que trascienden la vida, como trascienden la maldita parca.
Un secreto te llevaste, Pablo, el de contar cómo hacías para que te adorara un pueblo y el mundo tarareara tus canciones como himnos de amor. No te has ido, repetimos como un mantra. No te has ido, no te has… no te… No, Pablo.
Tengo tus canciones atravesadas en la garganta. Y así un país. Danos tu mano, Maestro, eternamente tu mano.
Tomado de Cubadebate.