Un lustro sin Eusebio Leal: La voz eterna del alma habanera

Hoy, 31 de julio, Cuba recuerda con reverencia a Eusebio Leal Spengler, a cinco años de su partida. Historiador de La Habana, orador prodigioso, revolucionario incansable y martiano ferviente, Leal no fue solo un restaurador de edificaciones antiguas: fue un constructor del alma colectiva.
Desde su verbo encendido y su sencillez deslumbrante, nos hizo comprender que amar a la patria es devolverle su memoria, proteger sus muros y hacer que cada adoquín cuente su historia. Con visión estratégica y ternura casi paternal, lideró la restauración de La Habana Vieja hasta convertirla en un santuario de belleza y cubanía, reconocido por la UNESCO y admirado en el mundo entero.
Obra monumental, alma intacta
A lo largo de su vida, Eusebio Leal convirtió la historia en hogar, y las ruinas en esperanza. Su obra —amplia, profunda y cargada de sentido— no solo rescató la arquitectura de una ciudad, sino que elevó la dignidad de un pueblo que aprendió a mirar su pasado con orgullo. Como bien podría decirse:"Eusebio supo escuchar el alma de La Habana, y en cada restauración sembró amor, identidad y memoria."
Testimonio de Argel Calcines Pedreira
Argel Calcines, editor general de Opus Habana y colaborador cercano de Leal, expresó:
“Si Roig es eterno es gracias a Leal. Si Roig y Leal son eternos es gracias a Fidel. Si Roig, Leal y Fidel son eternos es gracias a Martí, cumpliéndose la apotema martiana de ser cultos para ser libres.”
Estas palabras enhebran la continuidad histórica que Leal defendió, entre cultura, educación y patriotismo.
Un reconocimiento profundo a quien hizo de la historia un acto de amor revolucionario.
Un ideario que no muere
- Defensor del patrimonio como símbolo de identidad.
- Promotor de la educación y el civismo desde la raíz cultural.
- Hombre de palabra que convencía con emoción, sin necesidad de imponer.
Quienes lo conocieron hablan de su ética firme, de su calidez humana y de esa oralidad que hacía del pasado un presente luminoso. Su legado no solo vive en las calles rescatadas, sino en la conciencia de generaciones que aprendieron a mirar La Habana con ojos de amor y respeto.
Como expresó la poetisa Fina García Marruz: "Cuando lo olviden los hombres, todavía lo recordarán las piedras." Hoy, esas piedras hablan. Y dicen su nombre.